Damsel

Juan Carlos Fresnadillo, si estás secuestrado haznos una señal.

Hace más de veinte años se estrenaba '28 días después' (2002) dirigida por el gran Danny Boyle, probablemente, una de las mejores películas de terror del siglo XXI, capaz de reinventar el subgénero zombie, tan manido hasta la fecha. La película lograba transformar el mito del 'muerto viviente' en un miedo más real y aterrador, los llamaron 'infectados'. Como si de una predicción se tratase, un virus zoonótico similar a la rabia, se contagiaba entre la población causando una pandemia de muerte y destrucción.

Cinco años después, Juan Carlos Fresnadillo, Fresna para los amigos, conseguía casi lo imposible, hacer una secuela igual o mejor que la original, '28 semanas después' (2007). ¿Qué queda a día de hoy de aquel prometedor director español nominado en 1996 a un Oscar al mejor cortometraje?. Rescoldos de un fuego que se apaga...

'Damsel' es una película por encargo, sin personalidad, por y para el lucimiento de una protagonista en alza (Millie Bobby Brown). Un cheque a cambio de un trabajo. Estrenada convenientemente el 8M con el fin de aprovecharse del día de todas las mujeres y atribuirse banderas de empoderamiento y feminismo. Porque Netflix sabe subirse a todos los carros.

Una suerte de Fiona de 'Shrek' en carne y hueso, que busca renovar el cine de princesas sin pagar el canon de Disney y que desvela su mejor y única baza, en todas y cada una de las sinopsis que puedas leer. Un completo despropósito. Porque si algo tenía esta historia, es un novedoso y atrevido giro de guión que infringe las normas de todo cuento convencional sobre héroes y princesas que se precie. No solo resarce a la figura de la madrastra (aquí bondadosa) sino que incluso se atreve a vincular a la monarquía y sus tradiciones con las de una secta, al estilo 'Midsommar' (2019).

Érase una vez un director vilipendiado, un guión derrotado nada más comenzar y una actriz legendaria como Robin Wright desaprovechada y este cuento se acabó.

Juan Carlos Fresnadillo, regresa con nosotros.

La decente dirección de Juan Carlos Fresnadillo junto a la solvente interpretación de Millie Bobby Brown consiguen hacer entretenida una historia de fantasía medieval que peca de simplista y previsible.

La historia bien podría ser la de una princesa Disney en carne y hueso, porque tiene todos los elementos para ello. No atesora mucha emoción pero sí que consta de buen ritmo y una gran puesta en escena. Visualmente es bella, buscando en todo momento deslumbrar con planos que evoquen aroma a fantasía, tiñendo los escenarios de luz u oscuridad con tonos naranja y azul (fuego y agua; quemadura y curación).

El dragón tiene un diseño atractivo y los escenarios asombran, se nota que hay presupuesto para los efectos especiales. Ahora bien, el hedor a pantalla verde no se va en ningún momento.

A ver, la película está bien realizada, no tiene nada malo ‘per se’, es solo que no va más allá de ser una producción para pasar el rato y luego olvidar. Pero si es eso lo que buscas, adelante, no todo el cine tiene que ser complicado o aportar algo. Matar el tiempo con una trama sencilla narrada con refinamiento a veces es lo único que se necesita, y muchas otras veces más de lo que se obtiene.

Soporífero ejercicio cargado de pretensión, destinado a fanáticos imberbes de 'Stranger Things' en una desdibujada historia sin brillo y con una falta de equilibrio natural que se queda anclada en malas decisiones.
Una propuesta voluntariosa que adolece de ser un digno pasatiempo para engendrar una experiencia agotadora que produce más bostezos voluntarios que interés.
Su oscuridad muestra una arrogancia que en ningún momento parece soltar, creando una única fortaleza en el CGI del dragón parlante.

Estar suscrito a Netflix no es caro… pero lo cierto es que cada estreno de serie, película o documental se superan en mala calidad. No se quien es el que decide pero no tiene el más mínimo gusto, ni una pizca de talento. Todo lo que toca Netflix deviene en un insulto a la inteligencia. Se derrocha dinero a raudales pero, generalmente, no es mi dinero hasta que, una de las catástrofes que produce, recibe una subvención pública. En éste caso no ha sido así y solo diré que tiene un pésimo guión, unas interpretaciones, por momentos, patéticas y una dirección plana y rutinaria. ¿De que trata? Da absolutamente igual… es imposible terminar de verla.
Creo que voy a tener que pasarme a HBOMAX.

Damsel, la nueva apuesta de Netflix por la fantasía adolescente, prometía ser una reinterpretación feminista de los clásicos cuentos de hadas. Sin embargo, lo que nos encontramos es una parodia involuntaria plagada de clichés, inconsistencias y un desarrollo que avanza a trompicones.
Elodie, la protagonista, es la personificación de la Mary Sue: valiente, fuerte, inteligente, hermosa... y, por supuesto, la única capaz de derrotar a la malvada dragona. Un personaje tan perfecto que roza lo ridículo, y que nos hace preguntarnos si no estamos ante una sátira encubierta de los arquetipos femeninos tradicionales.
La antagonista, por su parte, es una caricatura de villana de opereta: cruel, despiadada y con un vestuario que parece sacado de un catálogo de Halloween. Un cliché andante que no aporta ni un ápice de profundidad a la trama.
La producción tampoco ayuda a mejorar la experiencia. Los efectos especiales son dignos de una película de serie B, especialmente cuando la dragona parlante entra en escena. La dirección de Juan Carlos Fresnadillo es tan plana como una tortilla, incapaz de generar tensión en las escenas de acción.
Pero lo peor de todo es el guion: una historia predecible hasta la saciedad, plagada de giros de guión más propios de un culebrón que de una película de fantasía. Los diálogos son forzados y acartonados, y la película en general destila un aroma a producto barato y hecho sin ganas.

En definitiva, Damsel es una decepción. Si estás buscando una buena película de fantasía, te recomiendo que busques en otra parte.