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Vagón fumador

Drama. Romance Andrés mantiene relaciones con otro joven en un cajero automático. Allí trabaja, y allí mismo cobra por sus servicios sexuales. Reni se sumerge varios minutos en la bañera conteniendo la respiración, luego observa pasivamente como su muñeca lastimada sangra y va tiñendo el agua de rojo. Reni y Andrés se conocen en uno de estos bancos/24 hs. y comienzan a frecuentarlo. Aparentemente se gustan, o tal vez sólo hayan encontrado a alguien ... [+]
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
16 de octubre de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio he pensado que no iba a gustarme esa forma narrativa de desenfoques, barridos, luces y contraluces, pero poco a poco la historia me ha ido enganchando porque las imágenes no son solo una manifestación al margen, sino que están perfectamente integradas en la trama. Por su parte los actores lo son y piensas que te están contando algo verdadero. La directora esta puesta en la realización de videoclips (el deambular por la ciudad o la circulación) y de cortos (escena de la piscina o del ascensor, por ejemplo) y aquí integra ambos con la técnica narrativa clásica (el flash back o la elipsis temporal) para conseguir un producto interesante. La fotografía, el color y la luz son elementos utilizados con puntos de vista muy modernos y resultan efectivos y aquí yo destacaría la escena de la estación. La música sintética y concreta con el tango hacen una combinación muy adecuada a la estructura de la película. Y por último el amor, los sueños, la dignidad, los valores son puntos de vista bien traídos desde el guión. A mi, en definitiva, me ha gustado pero yo solo se la recomendaría a cinéfilos y aquellos que están aprendiendo cine.
Del Mar
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3 de agosto de 2020
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Mi primer contacto con el cine argentino ha sido una desesperanzadora y triste travesía por el sentimiento de la soledad, contemplado desde dos puntos de vista opuestos entrelazados por la prostitución que, afligida y marchita, encuentra una bonita conexión espiritual que rezuma nostalgia en unas emociones contradictorias que se erigen sobre la satisfacción del momento, un carpe diem volátil que sabe amargo y no te llena el estómago, llenando solo el hambre impetuoso del momento mediante comida basura que es la necesidad de sentirse querido como sea y por quien sea con el objetivo de saciar un vacío interior hostil. Verónica Chen dirige este drama donde un chapero, Andrés (Leonardo Brzezicki), un joven dedicado a llenar el vacío renunciando a la dignidad humana compensada por el valor económico, se encuentra fortuitamente con la vocalista de un grupo cuyos problemas personales la abruman, Remi (Cecilia Bengolea), buscando consolación en un amor gaseado de polución afectiva.

Verónica Chen escribe y dirige esta peculiar obra de baja factura con los ojos puestos en el estilo y, sobretodo, en la concepción del espacio y el tiempo del aclamado director hongkonés Wong Kar-wai para establecer una fugacidad mustia del amor en un plano bullicioso y urbanita como es el corazón de la ciudad argéntea, donde los sentimientos claroscuros se elevan frente al contexto para conservar en la salmuera del amor no correspondido un compromiso moderno entre dos personalidades, una dominante y otra pasiva, que hacen lo posible para encontrar la felicidad aunque solo sea por un momento. La homosexualidad pasa a estar en un segundo plano, puesta en escena con la normalidad que merece, para centrarse en el afecto de dos personas sin rumbo en el fandango precipitado de una rauda sociedad que no se para a contemplar los placeres vitales. La ambientación nocturna plagada de brillantes luces de farolas y faros incrementa la influencia del director chino a la hora de plasmar una visión en un contexto puramente evadido de la cotidianidad y translucidez que te ofrecen las horas diurnas.

La directora maneja extremadamente bien la espiral contradictoria de sentimientos por la que pasa, en primer plano, una bisexualidad parcial y, en segundo plano, de alguien que se dedica a la prostitución empeñando a la par cualquier ápice de dignidad u honor, que equilibra con la presencia de Remi en la vida de Andrés provocando un sereno tifón en el estilo de vida, similares pero radicalmente diferentes en cuanto a barreras morales, de ambos integrantes de la relación. El virtuosismo de Chen a la hora de manejar una reciprocidad sentimental, que, siendo forzada se concibe de lo más natural, es magistral desde el primer encuentro de los protagonistas en el BBV Francés, donde ambos mantienen unos prejuicios veraces por los actos con los que se presentan, surgiendo una química fortuita tan real como la vida misma. Con solo dos actores, esta pequeña producción americana comandada por una directora y guionista que sabe jugar bien sus cartas, consigue transmitir la calidez de un encuentro, extendida por una frialdad salpicada de una incansable pero pesimista búsqueda de la felicidad, estirada como un matrimonio aburrido desde la calidez de un aparejamiento imposible que se escapa como un pez en una red, dando siempre la sensación de que ese pez ha sido el más grande jamás avistado. Una poesía amorosa que evoca al sentido vital de cualquier individuo de una manera desoladora, aunque preciosa.

El drama y el romance saben entremezclarse inmaculados como los dedos de dos enamorados en un mundo loco, elevando los instintos incomprendidos y primordiales de dos personalidades solitarias y sobrevivientes de las circunstancias. Sin recrearse en lo gráfico, Chen muestra todo lo que atañe a un mundo de prostitución desde la insensibilidad característica de la masculinidad, repartiendo unas manos de cartas en blanco hacia los participantes de la triste historia de la apatía en la que desagua el afluente de la necesidad carnal y material, todo ello avivado por Andrés y tratado de sofocar por Remi en un tira y afloja infructuoso y vacío. Chen sabe cómo manejar ello mediante planos medios en los que el fondo es acelerado, mostrando en primera plana los sentimientos de sus actores, abrumados por el bullicio de un contexto que transcurre demasiado alocado y ruidoso frente los móviles ajenos y puros que mantienen. Muy fanática de los long-shots, Chen se ayuda de la oscura fotografía para situarnos como los jueces de la aventura amorosa, que observamos como si fuéramos mirones o víctimas de la degeneración trasnochada que ofrecen las grandes ciudades, desde la cual gracias a la labor de iluminación y fotografía de Nicolás Theodossiou sabe crear momentos absolutamente íntimos entre sus personajes. La estructura narrativa circular y manipulación natural de los tempos juega un papel crucial para la representación de la naturalidad cómplice, algo que el encargado de montaje tiende a destrozar lastimeramente, aunque sabe mantener escenas de auténtica belleza que hielan la sangre por el frígido desapego entre Andrés y Remi cuando comparten los elementos de una profesión como la venta desenfrenada de la integridad.

Una amateur directora hace un excelente ejercicio de muchos temas referentes a la prostitución masculina, pero que colapsa al no saber muy bien cómo conducir el conflicto. Aun así, es una muy buena película cuya mayor virtud es la transmisión de ese sentimiento incomprensible radicado en un amor parejo pero, por el destino azaroso, o por unas personalidades impredecibles, se antoja imposible. Una lastimosa visión del amor que, por la sensibilidad que maneja, es muy posible que Verónica Chen haya experimentado.
Tiggy
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