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Nada es privado

6,2
1.793
Documental ¿Has rellenado alguna vez una encuesta online? ¿Te has planteado alguna vez por qué recibes anuncios relacionados con los productos que has buscado en Internet el día antes? El manejo de la "información" se ha convertido en el activo más importante del mercado pese a que, desgraciadamente, es controlado y empleado como arma para manejar a los usuarios y para librar toda clase de guerras políticas. Este documental trata de exponer ... [+]
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
28 de julio de 2019
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como electores desde siempre, somos el pasto del que se nutren enteramente granjas tecnológicas dedicada al estudio demoscópico. No es novedad. Desde hace bastante los políticos son conscientes o deberían serlo de que actuar de una u otra forma tiene distinto precio y consecuencia en la intención de voto de sus electores.

La novedad es que a base de invadir la soberanía de los países a través de la minería de los datos de sus ciudadanos captados en la red, se pretenden utilizar armas de guerra de la información (noticias falsas, promover el miedo, promover el odio...) para obtener resultados electorales independientemente de lo que hagan o dejen de hacer los políticos ("guerra psicológica de grado militar para coser el caos", menciono de manera expresa citándo otra crítica).

Básicamente en caso de conseguir sus objetivos vendrían a ser una especie de superpoder que haría el trabajo de los políticos a costa de la propaganda, de la censura de la verdad y todo con la necesaria colaboración de los poseedores de los datos de los ciudadanos, esto es, las grandes compañías tecnológicas.

Las primera víctimas de ese fraude fueron ciudadanos de países en vías de desarrollo, los más vulnerables, de la órbita política anglosajona, pero ha sobrepasado esa frontera disfrazado de nuevo producto tecnológico más.
Pero por su carácter invasivo de la soberanía de los estados y de las libertades es una manifestación más de autoritarismo y del imperialismo de toda la vida blanqueado convenientemente de novedad tecnológica

También se pone de manifiesto el nulo respeto que tiene un sector amplio de la clase política por los ciudadanos que representan. En Europa, por ejemplo, hace nada no se ha dudado en promover el voto de los discapacitados psíquicos ante el estupor de la ciudadanía que tiene que soportar momentos patéticos frente a las urnas que denigran al resto, a los mismos afectados y al proceso democrático.

El que por obra y gracia del gran hermano que todo lo controla, los ciudadanos nos convirtamos en seres "persuadibles" necesita de la connivencia de grandes compañías invasoras, de la clase política de una nación y de los dueños de las grandes tecnológicas captadoras de datos. No son teorías conspiranoícas. Es la constatación de que en la lucha por el poder no se puede obviar la soberanía, seguridad e integridad de los países.
En EEUU., por ejemplo, no se dudo en echar mano del rusiagate para terminar ganando una presidencia por 70000 votos (estrecha ventaja de apenas 78.000 votos que Trump logró en tres condados de Michigan, Wisconsin y Pennsylvania.) de 137 millones de electores. No son paranoias sino el resultado de una estrategia más que recalculada

En la película nadie nos explica los motivos reales de uno de los personajes conductores , Brittany Kaiser, para girar del revés su posición y denunciar a la compañía Cambridge Analytica. Se intuyen motivos dispares, dado el distinto origen de los protagonistas... pero no se concretiza este tema y puestos a intentar comprender el tema ello contribuye a que no sea un documental sólido. Se insiste y se centra en el mensaje que se puede resumir fácilmente en dos líneas y al espectador le faltan datos que se sesgan y se dan por obvios cuando para nada lo son.
m m
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1 de agosto de 2019
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Revolución Digital no era revolucionaria en absoluto; solo fue un paso más dentro del programa absolutista que ya emprendieron Bacon y Descartes en su momento. Programa cuyo objetivo confeso es el control en todas sus dimensiones y cuyas herramientas de actuación son la velocidad, la producción en masa, la automatización, la comunicación instantánea y el control a distancia.

Irónicamente, nosotros no solo mordimos el anzuelo sino que en un acto de arrogancia la enmarcamos dentro de lo que estaba destinado a ser La Sociedad de la Información. Pero de la Sociedad de la Información a la de las fake news solo había un paso.

Dijeron que Internet sería una herramienta de transmisión de conocimientos. Que nos haría más libres. Que nos ayudaría a conectarnos. Pero lo cierto es que a pesar de ese supuesta avalancha de información el 50% de los estadounidenses no sabe situar Inglaterra en el mapa, que decisiones como el voto están aún más condicionadas por factores ajenos a nuestra voluntad, y que cada vez hay más personas solas o aisladas dentro de esta burbuja virtual cuya soledad es el sustrato esencial de empresas como Facebook.

Tecnologías democratizadoras las llamaron. Como si alguna vez el sector privado hubiera estado interesado en la implantación a gran escala de una Tecnología con el fin de democratizar la sociedad.

En realidad no hay dimensión humana que permanezca inmune a esta agresiva evaporación de la realidad que algunos confunden con la economía (administración eficaz y RAZONABLE de los bienes) o el desarrollo. Y hubiera sido del todo ingenuo suponer que los procesos de regulación social podrían permanecer ajenos a esta supuesta revolución. De hecho, han sido los primeros en verse afectados.

Pensemos un poco en el caso de Brittany Kaiser. Una joven que vive en los suburbios y hace campaña por Obama pero que, cuando su familia se arruina durante el periodo de rescates gubernamentales al sector financiero, al no encontrar un trabajo mejor, ficha por Cambridge Analytica. A partir de ahí descubre lo mucho que le gusta la ropa cara, el champagne y las fiestas en la Torre Trump.

O pensemos en una joven, guapa y ambiciosa, que a falta de otra cosa, lo único que tiene para ofrecer al mercado es su cuerpo y que a partir de ahí descubre lo mucho que le gusta la ropa cara, el botx y los resorts tailandeses. En las mujeres de muchos futbolistas y empresarios. En Melania Trump. En todos esos inocentes programadores de CA, en sus equipos de psicólogos y expertos en marketing. En la redacción del New York Times. En todas las compañías de relaciones públicas. En cada anuncio y en cada noticia.

La historia siempre es la misma.

Por supuesto, para hacer mucho dinero se necesitan máquinas o esclavos. Y con frecuencia ambos.

En este sentido nuestra ignorancia y dependencia llega a tal extremo que no es que fueran incapaces de apagarla, es que ni siquiera intentaron controlarla. Han sido imbuidas con el poder de lo sagrado, del bien último, y nosotros no debemos más que acomodarnos a su incesante ritmo. Somos sus leales guardianes y sus fieles predicadores. Observad lo contenta que estaba Kaiser allí sentada, vendiendo su magia a Nigel Farage mientras hipotecaba su vida y parte del futuro de la humanidad en nombre de la última e infalible herramienta de análisis de datos. Parecía que iba a reventar de orgullo en cualquier instante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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17 de agosto de 2019
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es ciertamente frustrante ver cómo un documental tan prometedor acaba por diluirse como un azucarillo y no transmitir absolutamente nada.

Los directores apuestan por narrar a través de personas que de una forma u otra vivieron el escándalo de Cambridge Analytica, lo cual hace que al principio sea ameno y enriquecedor dado que trasmite que a pesar de que ha sido un tema extensamente cubierto en medios de todo tipo; vas a descubrir los entresijos del asunto.

No obstante, fracasa estrepitosamente en el momento que se olvida de su premisa y se convierte en poco más que una narración excesivamente personal del escándalo, sin ofrecer mucha más información que la que puedes encontrar en la Wikipedia.

Es realmente triste que hayan tirado por la borda la oportunidad de profundizar en las actividades de la compañía, en documentar propiamente dicho los hechos y en enriquecer al espectador sobre cómo sus datos son utilizados para fines no muy éticos... una pena.
Snozake
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31 de julio de 2019
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de un documental sumamente didáctico, en especial en países de latinoamérica que hemos sufrido este tipo de operaciones y que alteraron el funcionamiento de la democracia. Más allá del valor cinematográfico, que lo tiene -todo gira en torno a un informático que desea pedir por sus datos a la empresa Cambridge Analytica, la responsable de estas operaciones realmente facciosas desde el punto de vista institucional- la película busca, como buen documental que es, crear conciencia sobre la incidencia que hoy en día puede tener la bigdata en cualquier tipo de proceso democrático que involucre decisiones masivas. El hecho de poseer ese conocimiento, los vuelve tan poderosos que son capaces de crear miedos, fobias, despertar odios donde no los había, etc. Tanto Macri en la Argentina como Bolsonaro en Brasil han utilizado los bigdata para provecho propio en las elecciones de sus respectivos países. Película indispensable desde el punto de vista cívico y que pone blanco sobre negro los resultados de la globalización cibernética y su incidencia en nuestras vidas. Facebook tuvo también participación en estas acciones de manera indubitable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
maxigonje
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9 de enero de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es el típico documental que no va al grano, sino que nos cuenta las vivencias de sus protagonistas para hacerlo más interesante. Porque contar sólo que nos tienen controlados ya lo sabemos, pero ponerle cara y voz a los que nos controlan tiene más mérito. Y aún así, sabiéndolo no hacemos nada y les sigue funcionando. Y siguen ganando elecciones los que saben dividir para vencer. Van de continente a continente ofreciendo sus servicios y utilizando a países como Trinidad en su campo de experiencias para luego pasar a lo gordo, EEUU o Reino Unido con el Breixit. Claro que es más fácil teniendo dinero como es el caso. Me ha gustado.
Socrateson
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