Nubes de verano

Una película que destaca por su naturalidad, la escenificación sin golpes efectistas y excesivamente dramáticos es imprescindible que sus diálogos sean capaces de parecer realistas pero a la vez inteligentes. En esta película eso se alcanza, y con buena nota. Mientras uno ve esta película tiene la sensación de estar viendo otra película europea de cine de autor, es decir, que hay calidad, hay madurez y hay solidez si uno sabe aceptar lo que se le ofrece. Que nadie espere grandes tragedias ni excesos, esta película no va de eso. Es como ver una película de Eric Rohmer, se nota ese gusto por rodar en lugares naturales, el cuidado de la composición de los personajes y sus diálogos, la exploración con mirada realista de la reacción humana mediante las pruebas que el director les va imponiendo. Su influencia tiene bastante peso aquí, aunque esso sí, hay que tener claro que hablamos de influencia, pero no calco. Esta película tiene cáracter propio. El resultado es de una solidez envidiable en cualquier película española, un delicioso trozo de realidad.
Los actores por lo general lo hacen bien, pero destacaría a mi vecino David Selvas por lo bien que transmite esa maldad que hay en el personaje de Robert y su inteligencia, sin caer en ningún exceso. Bravo por él. Sus escenas con Roberto Enríquez son lo mejor de la película.

En resumen, no queda una película agradable pero sin querer ser complaciente y que sabe aprovechar la belleza de sus localizaciones, la madurez de su texto y la gran solvencia de sus actores, todo eso unido por una estupenda dirección de Felipe Vega.

No es que sea un gran película, ni mucho menos, es una película más, pero con un puntito interesante. Una película de personajes, cada uno con sus particularidades y fácilmente reconocibles e identificables. Una pareja de Madrid veranea en un pueblo turístico junto a su hijo, todo les va bien, pero algo sucede que despierta sus dudas, precisamente ese puntito es el que engancha en la película, la provocación y el morbo por saber como actuarán, incluso plantearte como actuarías tú en su lugar.

Los protagonistas Natalia Millán y Roberto Enríquez, dos buenos actores, pero no muy vinculados al cine, ella más en televisión y él en el teatro, consiguen a base de miradas y silencios, dar ese carácter intimista a la cinta. David Selvas, el causante de despertar las dudas, junto a Irene Montalá, también consiguen construir unos personajes fáciles de reconocer.

Aunque cargada de tópicos y de frases trilladas, no se puede decir que sea un gran guión, ni una gran historia de amor, odio o pasión, pero tiene el estilo intimista de su director, Fernando Vega, consigue tratar el tema de forma sutil.

"NUBES DE VERANO" me parece una película muy lúcida en sus pesimistas reflexiones sobre la fragilidad del amor y de la pareja:
Un vínculo que todo el mundo considera indestructible puede hacerse añicos... ¡incluso por nada!
Muy poco romántica la peli.

Los actores transmiten una naturalidad desacostumbrada.

Los diálogos son frescos, naturales, fluídos, ingeniosos e incisivos.

Lo único malo es esa realización tan austera y tan impersonal. Se podría decir que eso encaja con el corte intimista y "afrancesado" de la cinta... pero yo creo que un poco más de poderío visual no le habría venido mal.

Aún así la recomiendo a todo el mundo, porque invita a la reflexión sin aburrir, elevándose por encima de la media en el actual panorama español.

Una historia fácil, pero que llama la atención por la manera de tocar unas teclas que a todos nos provocan. Todos hemos tenido relaciones y el poder de autodestrucción de los celos nos ha llamado a la puerta más de una vez. Nubes de verano mete el dedo en la yaga para cuestionar palabras tan debatibles como: compromiso, fidelidad, confianza... El poder de la seducción entra en escena de la forma más cruel para demostrar que en la pareja todo puede pasar... Los actores ayudan a que este interesante guión gane credibilidad; un cuarteto para recordar en dónde maravilla Natalia Millán en cada gesto. Película bilingüe, que combina catalán y castellano creando una atmósfera más cercana. No se trata de una gran película, pero creará debate y se deja ver muy bien. Abstenerse a ir las parejas que puedan esconder trapos sucios, si no quieren que el film les amargue la noche. Para que las fibras vibren, para analizar, para los amantes de Calella... disfruten de estas Nubes.

Toda la peli transpira una calma dudosa, como si algo se escondiera trás los rostros impasibles y perfectamente naturales de cada uno de los actores. Sea lo que fuere que escondiese, no se resolverá jamás, porque aquí no hay concesiones para el espectador. A lo sumo dos o tres elementos simbólicos para que te agarres.

Agita el viento sólo cuando algo por dentro se agita; un perro puede aparecer y desaparecer, así como así, como las emociones humanas, como la puerta abierta de un auto que anuncia el cambio. Quizás una de las pelis con más espontaneidad actoral que he visto en mucho tiempo, resulta interesante como todo se va decantando hacia un climax de baja intensidad sin variar jamás los tonos (a veces con cierto riesgo, puesto que la peli es como un puente de principio a fin, sin desvíos, ni frenadas, ni subidas de velocidad o registro) y aún así no se pierde esa sensación de estar viendo algo común y corriente: emociones humanas al ritmo siempre peligroso de lo cotidiano.

El único elemento disonante es el fanfarrón, allí se altera el orden y dentro del mensaje conservador de la peli esto es muy notorio. Vega ha construido un bloque feroz, homogéneo y macizo. Un poco gastado, pero concreto como la piedra más sólida. Es en su ausencia de artificio, su aparente ausencia de cámara filmadora, su cámara/ojo, allí es donde ha sabido encontrar el gusto de lo más natural y cotidiano.