Melody

La vi una sola vez, a los ocho, diez años,.... Desde entonces la he tenido casi siempre en la punta de la lengua. Y el tiempo que ha transcurrido no es poco. Hoy estoy cerca de las cuatro décadas. Pero no me atrevo a verla una segunda vez. El niño que fui y que aun llevo dentro se resentiría de no apreciarla como la vez primera. La sensibilidad no ha variado; ha cambiado el hombre, que ahora sabe un poco más, aunque tal vez no lo suficiente.
Apenas recuerdo la escena del “matrimonio” y la fuga de los pequeños amantes encaramados sobre un carromato de riel típico de las películas de vaqueros. Otro referente en esos años de televisión y coboyadas los domingos por las tardes.
Una página de la Red dice que los protagonistas de entonces no continuaron la carrera de actores, que llevan vidas normales. En un centro cultural de Buenos Aires se proyecta la cinta por estos días. Hace algunos años, quizá diez, un joven vuelto celebridad de tevé, qué sino tan acorde para un miembro de la generación, encandilada por películas todavía ingenuas, mencionaba a Melody como una de las marcas para los chicos de la época.
Ha pasado tanto tiempo y esa película cada vez se vuelve más entrañable. Después de la primera vez quise verla nuevamente; como siempre me sucede, con Blade Runner, por ejemplo, la había cogido ya comenzada. No se pudo.
Una mañana de colegio, en visita a la biblioteca municipal, puestos a la mesa toda la clase y revisando la hemeroteca entera sobre ella, encontré una revista de espectáculos de entonces y dentro, fojeándola maniáticamente, las fotos de los actores que la protagonizaban. Fue la vez que sentí que las cosas podían darse si se deseaban lo suficiente, intensamente.
Qué curioso, no recuerdo la música. Era un niño esos días. Una película es hoy impensable sin la música. Recuerdo una película y recuerdo la música. Escucho una canción y hay una película ligada a ella.
¿Un sentimental? Sí, un sentimental. Tendré qué dejar de pensar que me irá mal. Quiero escuchar su música. Quiero volver a sentirla. Deseo ver una ves más a Melody. Asumo el riesgo.

Me encontré con las ficha de "Melody" de pura casualidad, sin haber escuchado hablar de ella en toda mi vida y me sentí naturalmente intrigada. Si echáis un vistazo a las otras críticas que hay de la película os daréis cuenta: no hay ni una sola de ellas, excepto quizás la mía, que no proceda de un sentimiento de cariño y de profunda nostalgia. Todos los que han escrito aquí sobre ella la vieron de niños o de jóvenes y más de treinta años después, no han podido olvidarse de ella. Para mí, la sensación de verla ha sido como penetrar a hurtadillas en un santuario de cine ajeno.

Sin embargo no cuesta viajar en el tiempo con esta historia. De pronto y antes de que te des cuenta, estás sumergido en el Londres de finales de los 70, esa clase de Londres del que se enamoraron todos los que adoran Londres. Y suenan los Bee Gees mientras Melody, Daniel y sus amigos invaden la ciudad con un invencible clamor de conquista: todos ellos jugando sin querer al juego de que la infancia dura eternamente.

Al final de la película (¡y qué final!), sigo sin sentirme parte del culto, puesto que nunca formé parte de la época y sobre todo, del lugar, pero vaya...¿de dónde proviene ese persistente olor a verano?

Ésta es la película de mi vida. Quizá porque la vi a la edad que correspondía, 13 ó 14 años. Me pareció una historia preciosa, identificándome con los personajes y sus vivencias. Creo que si la viera ahora me decepcionaría, pero no puedo evitar buscarla por cualquier tienda que entro.

Es una película que para los adultos puede no significar mucho, pero para los chavales seguro que es una historia que les hará soñar. Sensaciones que sólo ellos entenderán. Imprescindible para ellos.

La vi hace tanto tiempo y aún no la olvido. Cuando pienso en Melody me invade la nostalgia, pese a no recordar los detalles de su trama. Pero sí recuerdo la emoción y felicidad que me provocó su visión en alguna tarde de los setentas en el viejo y cuadrado televisor en blanco y negro enganchado en el canal 9 de Buenos Aires. La habrán repetido luego dos o tres veces, durante los siguientes cuatro o cinco años, y después nunca más la pude encontrar, ni en TV ni en cine (pese a que creo que se dio en algún ciclo de la cinemateca), y tampoco en el videoclub del barrio ni en el poderoso Blockbuster. Bueno, en este último no hay mucho lugar para películas chiquititas y entrañables como Melody, con tantas estanterías repletas de superhéroes yanquis invencibles y efectos especiales artificiosos y vacíos. En Melody no había efectos especiales ni espectaculares escenas de acción, pero sí los mejores sentimientos. Y allí estaba Tracy Hide. Muchas noches soñé con ella, tal era mi enamoramiento. En aquella época anhelaba encontrar a mi propia Tracy Hide y vivir con ella en un mundo perfecto, donde sólo existiríamos ella y yo. Nadie podría hacernos daño, porque nuestro escudo de amor nos protegería de los envidiosos, de los censores, de los traicioneros. Era mi sueño, y nunca lo consideré imposible. Ni siquiera hoy, después de cuarenta años, cuando todavía ansío encontrar a Melody y a mi Tracy Hide. Mi querida Tracy.

Una pelicula, que junto a un gran amigo con el cual fuimos a verla (con 11 años), nos marcó en todo sentido, por su excelente musica, Bee Gees y Crosby Still, Nash & Young y su "Teach your children"; esos colegios maravillosos y que daba envidia no tenerlos, en fin muchos recuerdos de ella. Creo que a todos los que vimos esta película en esa época, nos hubiese gustado tomar un avión y poder vivir lo que ellos vivían.
Hoy llevo casi dos semanas tratando de obtenerla para mostrársela a mis hijos y esperar que les maraville igual como lo hizo conmigo.