No estamos solos

Simplemente no aporta nada al género, es como si hubiese cogido muchas cosas de muchas películas, nada sorprende. Historia que desde el principio sabes lo que va a ocurrir, que adivinas cualquier susto, segundos antes de que ocurra. Actores normalitos en la que la única que resalta es la niña. Película floja, que has visto mil veces pero con pocos medios y actores mediocres pues nos queda lo que es, una perdida de tiempo. Un placer.

En su tercer largometraje, el realizador peruano Daniel Rodríguez Risco se va por la segura y hace una mezcla de tópicos y elementos, algunos bastantes obvios, sacados de películas del género muy conocidas.

Mateo y su pequeña hija Sofía, además de Mónica, la novia del papá, se han mudado a una vieja casa fuera de la ciudad, la relación entre ellas no es del todo buena, pero deben lidiar con eso todos los días que el padre debe irse a trabajar.

De pronto, en la casa empiezan a suceder cosas extrañas, las cosas se mueven de lugar, se escuchan risas y ruidos, las puertas se cierran de golpe y hasta descubren un misterioso sótano, entonces todo se vuelve más intenso y deberán acudir a un sacerdote para que les ayude.

Con una factura técnica aceptable, la película es rutinaria y perezosa en cuanto a ideas, no teniendo empacho en mostrar una y otra vez recursos tomados de otras películas bastante recientes como ‘The Conjuring’, tales como el ropero, el sótano, la pelota, el juguete-cajita musical y algunos otros, pero además toma elementos prestados de algunas otras películas.

Pese a ello la película tiene algún momento de tensión y las actuaciones son por lo menos aceptables (destacable la pequeña Zoe Arévalo), y el trabajo de sonido es bastante bueno, lo que falla, además de las “obvias refencias” es un guión chato que, ante tanta situación vista se torna predecible, unos efectos visuales tan fallidos que llegan a ser risibles dando poco realce a un final apresurado y lejos de lograr un clímax adecuado.

‘No estamos solos’ es un buen intento de hacer cine de género con intenciones comerciales en Latinoamérica, un buen intento no bien logrado.


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Daniel Rodríguez Risco, peruano de nacimiento, conocido por varios cortometrajes y películas como «El acuarelista» o «El vientre» dirige y escribe guion de «No estamos solos», una película en la que una familia que se muda a una antigua casa en un pueblo poco habitado comienza a sentir que en ella pululan presencias que habitan más allá de este mundo. Entre los protagonistas tenemos a Marco Zunino conocido por «Siete semillas» o «Una Navidad en verano» que interpreta a Mateo, el padre de familia; o a Fiorella Díaz conocida por «NN» o «Mis tres Marías» que interpreta a Mónica, la madre.

Se trata de una película de terror sobrenatural que cumple con todos los clásicos del género, es decir, el padre escéptico, la madrastra que intenta creer a la chiquilla que, a su vez, es la única que sabe que algo pasa y que no se lleva bien con la madre. La verdad es que está bien hecha, tiene un buen acabado y se nota que la producción se esmeró en darle un toque más internacional para bien o para mal. Una buena ambientación también es todo un acierto y la casa en la que se rodó le da un toque especial. Aparentemente está basada en hechos reales pero no tengo ni idea de cuán fiel es a ellos.

Los actores dan lo mejor de sí, la verdad es que no vi ningún fallo importante y solo un acierto. Marco, en la peli Mateo el padre, es un «DILF» en toda regla. El acento peruano como siempre me encantó pero aquí no noté que hablaran tan canario como en otras que he visto.

Al ser peruana no tiene críticas internacionales pero las que he visto, no sé si profesionales, no son demasiado positivas diciendo de ella que «trae pocas sorpresas» o que «la atmósfera no terminó de cuajar» aunque estas mismas comentan que «ha sido realizada con esmero» o que los «tonos claroscuros reflejaban algo de misterio y miedo». Lo dicho, aunque no es gran cosa a mí me ha parecido bien hecha y no aburrida en ningún momento.

Hombre, es cierto que no enseña nada nuevo y tiene las típicas escenas enlatadas de toda película de casas encantadas que hay en la historia del cine. Eso, en realidad, no molesta, así que no entiendo a los que critican esta película aludiendo a dichas escenas ¿qué se esperaba encontrar en una película de casas encantadas? O, dicho de otra manera, si no te gustan las escenas de vaqueros sucios con pistolas ruidosas, no veas un wéstern. En este amplio sentido, es decir, lo que buscan sólo eso, no tengan miedo los fans de este género con esta película porque les parecerá entretenida.

Lo que realmente hay que fijarse a la hora de separas las buenas películas del género de los que no lo son, es aquella parte de la historia que no está relacionado con la parte sobrenatural. Es decir, la familia y sus relaciones, y es ahí donde falla esta película. La masa está muy bien elegida. Un hombre viudo con una niña pequeña que se echa novia y su hija no tiene buena relación con la recién llegada, pero no supieron cómo sacarle jugo. Da la impresión de que es un simple añadido para sentar la base de la historia y, a partir de ahí, sustos, sustos y más sustos (o, más bien, intentos) y eso es lo que provoca que esta película caiga muy fácilmente en el olvido.

El género terror en el cine peruano es deplorable. Películas como Cementerio General fueron las pioneras, todas sin excepción no tuvieron nada para aportar al género, solo sumergirse en el pantano de la mediocridad, plagiando tópicos tan prostituidos que ya da hasta vergüenza de ver.

No estamos solos comienza bien, resaltando la dirección de un desconocido Daniel Rodriguez que se nota a leguas que fue un alumno muy aplicado en sus clases de cine -y si es que no ha estudiado cine, es un cinéfilo como pocos- regalándonos unos buenos momentos de intriga. La película se viene abajo cuando el espectador se da cuenta de la limitación actoral del elenco, de los efectos visuales y sonoros tan cutres y del guion tan repetido.