Apples

Después de una serie de títulos más o menos eficientes, aunque no especialmente deslumbrantes, la cinematografía griega y su particular guía de estilo parecía estancada y abocada a repetir fórmulas sin dar con la chispa que deslumbró en "Canino". Cintas como ahora "Chevalier" o "Pity" abordan temas esenciales con esa singular estética, aunque sin verdad ofrecer nada verdaderamente memorable y mucho menos original. La misma dirección de actores aséptica a lo Bresson para dramatizar la sensación de pérdida de humanidad, reforzada por unos entornos vetustos e impersonales, algunos recursos del teatro del absurdo y los mismos encuadres amplios y milimetrados que vienen a plasmar un mundo insípido, analizado con un tono que remite a Beckett, de aire filosófico a la vez que irónico; cierta carga de humor negro que servía para desmenuzar temas esenciales en la sociedad moderna contemporánea.

Así pues, cuando ya parecía que desde Grecia no iba a llegar ninguna otra obra imperdible nos encontramos con esta "Apples", realizada Christos Nikou, quien fuese asistente de Giorgios Lanthimos. Ya en su ópera prima Nikou demuestra un gran dominio del estilo del nuevo cine griego y que, sin abandonar ese mundo de personas deshumanizadas, logra tocar la tecla. "Apples" viene a abordar la significación de la memoria hasta en las acciones más cotidianas del día a día, como sirve para relacionarse y construir tejido social, aparte claro está de la obvia función a la hora de conformar la propia personalidad. Ese aspecto individual de Aris, protagonista de la historia, queda más o menos apartado, a penas hay unas pocas referencias a lo largo de la cinta, y se centra en el proceso de re-aprendizaje, como transita del estado de niño (la escena de la bicicleta infantil) hasta el de adulto, cuando finalmente toma conciencia de la mortandad, de otros seres humanos y por lo tanto del mundo.

No queda claro si en parte Aris se zambulle por conveniencia en la pandemia de amnesia que afecta a su ciudad, dado que al inicio parece atravesar una depresión y prefiere olvidar, o bien si le amnesia le ha afectado sólo una parte de la memoria. En cierta escena en un parque reconoce a un perro que también le reconoce a él y al instante parece esforzarse en disimular y no ser reconocido por el paseante del perro. A quién evita? Sea como sea, viene a ofrecer otro ángulo desde dónde observar como las personas también intentamos escoger la memoria, aunque resulte inevitable, y al final, en un momento u otro, se debe encarar el centro de aquello que nos intranquiliza o nos daña.

Nikou ofrece una historia de poso sumamente melancólico, de una tristeza que adquiere gran textura. Aris se mueve por la pantalla y a la vez parece no tener destino como no ser capaz de remediarlo, de construir relaciones, transmite así una soledad casi patológica, conmovedora, tanto que no importa si se nos especifica o no cuanto recuerda, si desea enterrar su vida anterior o sencillamente es otra persona despojada de recuerdos. La crisis que aqueja a Occidente, creo entender, se nutre de esa desmemoria, de ese callejón sin salida que supone vivir encerrado en la propia piel, y que resulte tan complicado despojarse de la cáscara y ofrecer nuestro interior, la parte que, quiero pensar, es la más jugosa.

¡Y pensar que no iba a verla! Ahora ya no creo que la olvide hasta que no transcurra un buen tiempo.

Una parábola de poso triste y atmósfera atemporal. Un ejemplo del nuevo cine griego en su vertiente más humanista y asequible. De apariencia sencilla, y con sutiles detalles que añaden capas de profundidad, empieza como una especie de "Ensayo sobre la ceguera", pero con un tema menos trágico, para ir evolucionando hacia un tono melancólico y lleno de resonancias y reflexiones sobre el olvido, el dolor y la esencia de lo que somos.

La humanidad de su protagonista en perfecta sintonía con su el actor Aris Servetalis junto a un fino humor hacen que la película se aleje del tono pedante y plúmbeo que podría tener el tema en manos de otros cineastas.

El uso de metáforas sencillas (las manzanas maduras y las podridas, las pruebas físicas y sociales a las que se somete el protagonista) acompañan al espectador en un viaje hacia la asunción de la tristeza y la pérdida lleno de estoicismo y velada ternura.

¿El fruto prohibido del paraíso? ¿Una retrospectiva sobre la teoría de la gravedad? ¿La marca tecnológica por excelencia del s.XXI? Nada de eso. Agárrense!

Una nueva pandemia asola Atenas. Brotes incontrolables de amnesia colectiva acechan a ciudadanos despojados de identidad y de rumbo, de la noche a la mañana. Un destino trágico o cómico. Una oportunidad única para volver a empezar o una sumisión cruel a un sistema totalitario sin precedentes.

Un programa público de reinserción ayudará a los “sin memoria” a reencontrar un camino, a forjarse una identidad, a dejar de ser un número. Como compañeros de viaje, una polaroid y una cassette, con las instrucciones a seguir.

Esa es la dura tarea de Aris, nuestro personaje principal, desamparado, tras despertarse en un bus de línea desenchufado de su identidad. Así iniciará su terapia de reconexión al mundo, guiado por sus psicoterapeutas. En su viaje redentor, se cruzará con su compañera de amnesia Anna: ¿son almas gemelas destinadas a reescribir juntos su historia o solo les mueve el interés de utilizar al otro para terminar con sus pruebas? ¿Quién es la mujer a la que le lleva flores al cementerio Aris?

El director Christos Nikou retrata las fronteras del sentido de la vida en un film con un inicio distópico y con un tono retro, sobrio y gris. En su ópera prima, Christos destaca la importancia de la narrativa de cada uno en su vida, del poder de conectar y de empatizar con los demás, de la necesidad de una identidad personal para sobrevivir en un mundo hiperconectado.

Durante su programa, Aris intentará reconectar con su identidad y/o forjarse una nueva a través de la música, el cine, el baile, .. gracias a la fuerza de las imágenes, de los recuerdos, de las historias. La memoria, ciertamente, es algo profundamente delicado y personal. El territorio de las emociones, de las historias y del recuerdo es el timón que te une a tu destino, el poder antioxidante de la memoria.

Cabe rescatar que la película tiene momentos bastantes cómicos y guiños culturetas: la escena donde Aris asocia el lago de los cisnes a un sombrero mexicano, la escena surreal de los disfraces donde aparece con un traje de astronauta a lo 2001, el twist delirante de improviso en un bar de copas, o la incomodidad del personaje delante de la stripper. El resto del film es decadente y deprimente.

En una de sus entrevistas, el director contaba que la idea de la película le vino tras la muerte de su padre. Para contar cómo es de selectiva la memoria, y como se pueden borrar ciertos recuerdos sin erosionar la identidad.

Mis apples, Christos ! Yo me quedo con la fuerza de la narcolepsia. Esa sí que es selectiva. Me quedé dormido tres veces.

Amnesia de la última hora y media es lo que uno quiere tras verla.

La idea es original pero su desarrollo es bastante pobre, prioriza la metáfora sobre la construcción de la historia y sus personajes, pero bueno, como es una alegoría todo vale.

Mucho potencial muy poco aprovechado. Película para festivales y amantes del postureo.

Lo mejor es su corta duración, aun así la última media hora es una batalla sin cuartel por mantenerse despierto.

Atenas, años 90. Sin motivo aparente, varias personas sufren un ataque de amnesia que les hace olvidar todo su pasado. Las que no tienen identificación son llevadas a un centro en el que se les asigna un número y esperan hasta que algún familiar les reclame y les ayude a reconstruir su vida. Al resto, que no tienen a nadie que les eche en falta, les introducen en un programa para aprender a vivir de nuevo.