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Señor Diseñador

Drama. Terror Platon Andreyevich es un decorador y creador de maniquíes que sueña con crear una obra perfecta e incorruptible que ni siquiera Dios pudiera modificar. Es contratado para crear un maniquí para una tienda de joyas, y de modelo ocupa a una joven en la etapa terminal de la tuberculosis. Años más tarde es contratado por un rico comerciante para decorar su hogar, la esposa del comerciante es la joven modelo que ocupo años atrás, quién por su ... [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
12 de julio de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
San Petersburgo, 1914. Platon Andreyevich (Viktor Avilov) es un afamado artista caído últimamente en desgracia, en sus años de esplendor, tiempo atrás, buscó con su trabajo en esculturas crear una representación perfecta del ser humano, que trascendiera los tiempos y que ni siquiera Dios pudiera igualar.

Un día, en un estado deplorable, es buscado por un aristócrata de nombre Grilyo (Mikhail Kozakov), para que este realice la decoración de su mansión, a pesar del rechazo inicial del protagonista, cuando conoce a su esposa Anna Beletskaya (Anna Demyanenko), decide aceptar el trabajo a pesar de no ser su especialidad.

Su interés en esta mujer se da porque se le hace familiar, le recuerda a una joven que utilizó como modelo en 1908 para realizar una escultura, un maniquí que iba a ser utilizado para exponer unas joyas de un orfebre. Lo más curioso es que en ese momento ella estaba gravemente enferma, por esto era imposible que continuara con vida.

Ópera prima del realizador Oleg Teptsov, soviético en aquella época, ruso en la actual. Se encuentra basada en una historia corta del escritor Alexander Grin, es también uno de los primeros guiones de Yuriy Arabov, que, para referenciarlo más fácilmente, hay que ubicarlo como uno de los asiduos colaboradores del cineasta Aleksandr Sokurov.

Teptsov construye con dicha historia una obra llena de misterio y algunos tintes de terror, con un aspecto visual sumamente estilizado, la decoración y la escenografía es excelente, y está retratada de forma inmejorable por Anatoly Lapshov como director de fotografía, la cámara por momentos es formal y en otros es más experimental.

Avilov ofrece una gran actuación, donde pasa la mayor parte del tiempo frente a la cámara, su espigado cuerpo, rostro alargado y mirada profunda le cae a la perfección al personaje que interpreta. Su contraparte Demyanenko, menos exigida, pero de igual forma a la altura, la joven mujer tiene un rostro fino con piel perfecta, ideal para la representación que realiza.

Gospodin oformitel es toda una experiencia, visual y sonora, atención a la espectacular música de Sergei Kuryokhin, sublime. Una obra que tuvo éxito en su momento y que con el pasar de los años se ha ganado el estatus de “culto”, pero esto parece que sepultó la carrera de su director, que, tras realizar un segundo filme sin mayor relevancia, se le ha perdido el rastro
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10P24H
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30 de agosto de 2018
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No es de extrañar que Gospodin Oformitel (Señor Diseñador, 1988) fuera una de las películas favoritas del cantante de Post-Punk soviético, Viktor Tsoi. Le va como al anillo al dedo. Estamos en un punto de eclosión máximo, donde la URSS se hace pedazos a cada nuevo día, y a pesar de que económicamente la situación es una catástrofe, culturalmente y dentro del mundo del arte (tanto en la música como en las artes visuales) se permite una libertad novedosa. La música de Tsoi, con su grupo Kino, se instala en un Rock ingenuo y naive, con un potencial contracultural tremendo. La provocación también era una de las señas de Tsoi. Por eso es normal que le gustara la película del director debutante, Oleg Tepsov. En realidad la película es un remake de un proyecto final de carrera realizado por el propio Tepsov. Para más curiosidad, en aquel año, Tsoi había realizado el papel principal de una película, Igla (The Needle, 1988) y ambas películas pudieron verse en el mismo festival, el “Solotoi Dyuk”[1] (El Dyuk dorado, festival celebrado en tiempos de la Unión soviética en la ciudad de Odessa).

¿Guión? La película está basada ligeramente en el cuento de Aleksander Grin, titulada “Automóvil gris”. La película, como hija de su tiempo, presenta un argumento extraño, difícil de entender al cien por cien de un solo visionado. Viktor Avilov interpreta a un artista ruso que vive a inicios del siglo XX, y que tiene bastante éxito. Es contratado para diseñar el maniquí sobre el que se decorará un brazalete de una preciada joyería. Para este maniquí, recurrirá a una bella joven, que se encuentra enferma. Después de este primer capítulo, nos encontramos con que la película hace un salto de tiempo, para llegar a la Rusia prerrevolucionaria. Nuestro artista es ahora un adicto a la droga, que apenas tiene encargos. Sin embargo, un día recibe uno: Un burgués pretende decorar su nueva mansión. En un primer momento nuestro artista, rehúsa, pero aceptará la oferta cuando se encuentre con la esposa del burgués, que le recordará a la modelo anteriormente citada, algo que parece imposible, puesto que ella supuestamente murió. Como vemos, el argumento de la película resulta rupturista, si lo comparamos con el cine clásico soviético. La búsqueda del artista por su obsesión está retratada de una manera tan enfermiza que resulta normal entender el revuelo que causó en su momento el filme.

El estilo “Arty” se puede ver a lo largo de toda le película y se enlaza con lo comentado anteriormente, que nos encontramos con una película fin de proyecto, es decir, con las pretensiones de un realizador joven que pretende hacerse notar. El director incrusta en numerosos momentos fotogramas de cuadros famosos, la mayoría de artistas del Siglo XIX y XX, como Odilon Relon (1840-1916), Franz Von Stuck (1863-1928) o Max Klinger (1857-1920) entre otros. Son artistas que estilísticamente si están bien escogidos, puesto que pertenecen al movimiento simbolista y decadente, y al fin y al cabo, El Señor Diseñador no deja de ser una película que está totalmente influenciada por esta estética (e incluso temática, como es la conexión del artista con la propia fragilidad de la vida, así como con la decadencia de la carne). De hecho, en más de una ocasión el espectador tiene la sensación de estar viendo uno de estos cuadros/pesadillas de estos pintores, hechos película. La obra de Tepsov es una de aquellas películas que optan por la atmósfera antes que por un desarrollo lineal del argumento. La película, recurre a recursos que inevitablemente nos demuestran que las reglas del cine soviético más clásico se habían roto, como la secuencia inicial, donde vemos a unas manos de mujer colocando un disco de vinilo, en una secuencia tétrica que en realidad no tiene ninguna relación con la historia, o el momento en que nuestro protagonista se encuentra con la modelo en la casa, escena que está rodada en un lenguaje que pretende mostrarnos el surrealismo inherente a los delirios del artista.


Viktor Avilov debuta en el cine con esta película, interpretando al protagonista principal, como artista decadente. Hasta entonces Avilov sólo había trabajado en el mundo del teatro, y este supuso su debut cinematográfico. Lo cierto es que Avilov es una de las bazas de la película. Su actuación es realmente brillante, y parece que el propio físico del actor acompaña a la creación de este personaje, totalmente obsesivo y emparanoiado. Un actor que debutó aquí, pero que seguiría en el cine con más o menos éxito, pero siempre ligado al culto.

En definitiva, una obra que resulta imprescindible para los amantes del cine soviético o ruso, para aquellos que se atreven a explorar lo inexplorado, pero teniendo en cuenta que han de ir preparados, porque el filme no es una película que pueda verse con facilidad. La película deja algunas secuencias para el recuerdo, como por ejemplo la partida de Póker entre nuestro protagonista y el burgués. Quizá en líneas generales nos damos cuenta de que la película puede tener algunos problemas, pero el potencial se vislumbra en muchas de estas escenas.



[1] ANTON, Chernin, Nasha Musica: Polnaia historia ruskovo roka, rasckassanaia im sami, Ed. Palmira, San Petersburgo 2017, p.208
Kyrios
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11 de abril de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
De vez en cuando se encuentra uno con películas que rompen el molde; ya sea por irreverentes, políticamente incorrectas o por polémicas. En este caso el molde no se rompe por lo anteriormente mencionado, aquí lo hace por la belleza inusitada de sus imágenes, la tendencia a la perfección y lo surrealista de las mismas. Si bien la historia ya la hemos visto, el toque experimental hace que nos adentremos en una atmósfera envolvente (gracias a la fascinante escenografía) de la que no hay salida. La fotografía, que igual sugiere e intriga, es la encargada de conducirnos al misterio, de emparentarnos con esos personajes místicos que se encuentran perdidos en sí mismos, buscando respuestas en su resquebrajado interior.

Una verdadera maravilla, desconocida para la calidad que posee, que merece ser vista y disfrutada por los cinéfilos que gustan de las obras ensoberbecidas (la música lo reafirma); de las cintas que se mueven en el arte más puro y que por su estilo tan único se quedan inexorablemente en la memoria.
Orlak
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