La traición

Una agradable sorpresa y un film peculiar dentro del cine yanqui actual con reminiscencias de hitos como La ley del silencio y algunas películas del gran Sydney Lumet. Tratando temas tan queridos por el cine negro como la corrupción política, la delación, el fatalismo y las comunidades inmigrantes, Gray, en su segundo film tras la excelentemente recibida por la crítica , Little Odessa, construye un trabajo notable con indudable sabor clásico pero a la vez con signos de identidad propios.
Visitando territorios (en este caso, las empresas encargadas de la construcción de vías y vagones de metro) abandonados por el cine comercial sólo interesado en personajes triunfadores, guapos y glamourosos, la película analiza en un profundidad los lazos familiares y de amistad que unen a los protagonistas y que condicionan absolutamente sus vidas. Un algo inexpresivo pero correcto Whalberg va tomando conciencia de que debe usar las mismas armas que aquellos que le han dejado en la estacada si quiere sobrevivir en un mundo de fieras, lo que conduce a una insólita conclusión sombría, pesimista y desengañada.
Varias son las virtudes que ayudan a que esta historia acabe convirtiéndose en un film a considerar. Una dirección eficaz que se toma su tiempo para describir con detalle ambientes y personalidades, una atmósfera melancólica que cala en el espectador, un conseguido sentido del fatalismo y de la, en última estancia, inevitable soledad humana y por supuesto un póker de actores a la altura de las circunstancias. Charlize Theron demuestra que, además de ser uno de esos extraños animales cinematográficos que enamoran a la cámara, es una actriz mas que competente, Joaquin Phoenix sale honroso de un personaje con muchos matices y los veteranos Caan, Dunaway y sobre todo Ellen Burstyn demuestran que la veteranía es un grado.
Un ritmo algo lento en ocasiones, la sensación de ya haber visto esta historia otras veces y determinadas secuencias no del todo conseguidas impiden que el film alcance el nivel que le permitía los elementos anteriormente citados.

Dirigida por James Gray, el film nos cuenta las cuitas de Leo Handler (Mark Walhberg) quien recien salido de prisión, e intentando enderezar su vida, se ve envuelto en un asunto turbio de la mano de su amigo Willie (Joaquin Phoenix) y su tío político Fran (James Caan).

El film, tiene un cierto aroma al cine negro clásico mezclado con el “thriller” de los años 70. Ciertamente, lo que nos propone James Gray es un viaje al pasado, no sólo en cuanto a que la historia que nos cuenta no está ambientada en la actualidad (más bien tiene una cierta estética a los años 80), sino que la forma de explicarnos la historia tiene muchos más puntos de contacto con el pasado.

Gray renuncia voluntariamente al efectismo, a mostrarnos vertiginosas escenas de acción y persecuciones. En su lugar, predomina claramente un férreo guión en el que lo importante son los personajes que intervienen en la trama y el estupendo tratamiento que el director hace de ellos. Aunque se podría decir que el film está orientado a tres bandas: con un Leo quien ha estado en la cárcel sin delatar a sus compañeros de correrías, pero que ahora se verá, por fuerza de las circunstancias en una situación similar, mientras que Willie ejerce de poderosa influencia, imagen del triunfador, aunque con pies de barro, y por encima de todo su tío, Fran un persona que desde el principio tiene mucho que ocultar. Pero Gray no descuida a otros personajes importantes en la trama como son la prima de Leo, Erica (Charlize Theron) con poca presencia pero mucho peso argumental (aunque más bien implícito, que solo intuimos a base de pequeños detalles) o la madre de éste Kitty (Ellen Burstyn). Sin olvidarse de la presencia de Faye Dunaway interpretando a la mujer de Fran.

El mérito del guión es que todos los personajes tienen un peso en la historia, favorecido por la excelente dirección de actores que exhibe el director. Todos están fabulosos, aunque es cierto que habría que destacar por encima de todos a Joaquin Phoenix y a James Caan verdaderos monstruos, muy por encima de un excesivamente blando Mark Walhberg.

El tercer pilar del film es la puesta en escena con una fotografía sombría cuando vemos a los personajes en exteriores y un estudiadísimo juego de luces y colores cuando se trata de escenas en interior. Con ello se consigue una atmósfera tenebrosa, turbia que da perfectamente el tono a lo que se nos está contando.

Un film seco, rotundo que sin ser del todo redondo, consigue rememorar los buenos momentos del cine policial y negro.

‘The yards’, como fue titulada en su versión original, suponía la segunda obra en la filmografía de James Gray, uno de los cineastas con más pedigrí dentro del panorama actual. En esta ocasión, y tras haber irrumpido seis años antes con ‘Little Odessa’ (1994), el excelente autor retrataba las andanzas de un ex reo, Leo, que volvía al barrio, a casa, abandonando la oscuridad y viendo la luz al final del túnel (gran primer plano).

En su vuelta al hogar, la ansiada reinserción social que él buscaba no será fácil. Su entorno familiar, en especial su madre, querrá que siente cabeza, dando un respiro a su frágil corazón. Así lo verá su tía, la hermana de su madre, y su prima hermana. La familia, objeto de focalización dentro del cine de Gray, no será dejada de lado. Sus dilemas, sus dolores, su amargura. Todo será expuesto. Leo, para pena de su madre, pronto volverá a regentar las compañías de sus viejos amigos, extorsionadores y maleantes de tres al cuarto, al tiempo que se dejará cautivar por la dulce llamada de su tío político, Frank, un empresario de la industria ferroviaria, y del asalariado de éste, su mejor amigo Willie. Una compañía, como comprobaremos en cada plano, nada recomendable para volver al buen camino.

La temática del film no se aleja de los rasgos característicos de James Gray. En sus historias siempre encontramos a un anónimo de ese barrio al que tanta pasión tiene el cineasta. Encontramos un alma perdida que busca encontrar su camino, con las aflictivas relaciones familiares, con un amor desgraciado y doloroso (en esta ocasión, muy particular), todo siempre envuelto en un contexto turbio. Una turbiedad materializada, en esta ocasión, en el mundo de los ferrocarriles, de las estaciones de trenes, del oscuro negocio que hay en torno a ellas. Corruptelas desatadas entre empresarios y políticos sirven como envoltorio ideal para la acción de nuestro chico, de Leo.

James Gray nos vuelve a malacostumbrar con su particular y personal elegancia visual. Su estética es inconfundible, impregnando con sus juegos de claroscuros cada plano de esta versionada historia de Terry Malloy, aquel rudo delator interpretado por Marlon Brando en ‘La ley del silencio’ (1954), quien esta vez es encarnado por Leo, un tipo seco y frío que luchará contra las hienas del barrio, tratando de dejar de ser carne de cañón, buscando el buen camino. Película con una ambientación que roza la perfección y una historia conmovedora cargada de un pasado gris, un presente tan bondadoso como doloroso y un futuro esperanzador. A ello hay que añadirle la maestría en el momento de dirigir a los actores, grandes actores de la talla de Joaquin Phoenix, Mark Wahlberg, James Caan, Ellen Burstyn, Faye Dunaway o incluso Charlize Theron. Todos, todos están espléndidos en una gran película.

Ocurre todos los días en EEUU, en España, en Colombia y hasta en la Cochinchina. Los corruptos se introducen en cuanta inversión hace el Estado y procuran sacarle partido como se pueda y en la forma que sea. Sólo les interesa lo suyo, sin importar a quien arrastren, a quien arruinen o a quien destruyan. La ambición los moviliza. El poder del dinero es su dios. Y son ellos los enemigos de todo progreso, las sombras negras de la dignidad, y la peste que preserva la injustica social y la miseria.

Lo que me gusta de “LA OTRA CARA DEL CRÍMEN” es que, partiendo de un hecho real ocurrido en 1980, donde hasta el padre del director y guionista James Gray estuvo involucrado, logra dejar reflejada, con gran altura, la serpenteante nube que gradualmente envuelve los hogares donde sus miembros se muestran condescendientes con el facilismo y la ausencia de escrúpulos.

Cuando todo el mundo sabe lo que pasa, pero nadie se opone a nada para no perder los privilegios de la abundancia, pasa siempre lo que tiene que pasar, y el dolor y la derrota final habrán de venir con ello. EEUU sabe mucho de esto: cuando la mayoría de su pueblo elige a un presidente, sólo les interesa que garantice la seguridad y la supremacía económica. Nada más importa, ni siquiera cómo lo haga o a quien tenga que pisotear. Y la radiografía que, en micro, hace este filme es bastante precisa.

En Queens, los contratistas encargados de construír y reparar los coches del Metro, tienen entre manos un negocio rentable, y cuando es necesario sobornar lo hacen sin ningún escrúpulo, y cuando es necesario matar siempre habrá alguien que lo haga. El joven Leo Handler acaba de salir de la cárcel donde estuvo purgando por haber robado dos coches. Su pariente, Frank Olchin, gerente del contrato con el Metro, lo convida a que estudie para que luego acceda a trabajar en los patios, pero el muchacho cree la vida más cómoda cuando, Willie Gutiérrez, el novio de su bella prima Erica, le abre un espacio en sus negocios personales. Así prosigue un duro sendero donde el dinero llega “fácil”, y con la misma facilidad, hace que se oscurezca el futuro.

Sin afán alguno por las trilladas escenas de acción, Gray se toma su tiempo para delinear los efectos familiares que una vida sin principios trae consigo y así, el intimismo ocupa su lugar, el accionar violento se trasciende, y el peso de las emociones ligeras y de los valores no ejercidos, ocupa su merecido lugar.

El filme hace también lugar a la redención, y sobre todo, deja plasmados los vicios de una sociedad que cada día aleja, más y más, la posibilidad de que aprendamos a vivir como verdaderos hermanos.

Muy correcto, en general, en sus aspectos técnicos, el filme sobresale además por las valiosas actuaciones de Joaquin Phoenix y James Caan, y la presencia siempre grata, aunque sin mayores exigencias, de Ellen Burstyn, Faye Dunaway, y la siempre preciosa Charlize Theron.

Título para Latinoamérica: “LA TRAICIÓN”

Me ha sorprendido la baja nota de este film, muy por encima de otros mas efectistas y menos profundos.

Puede que nos quiera encandilar con una atmósfera oscura en la que no hay escapatoria; pero esta bien realizada bien interpretada y conseguida.

Joaquín Phoenix demuestra por que mas tarde conseguiría un oscar ("En la cuerda floja"), con un personaje muy similar a "La noche es nuestra"; y es que literalmente absorbe la cámara. Mark Wahlberg también esta muy convincente junto a la siempre bella Charlize Theron. El elenco de actores es notable.

Lo mejor: La atmósfera de situación desesperada, sin escapatoria. Las interpretaciones.
Lo peor: No sorprende, predecible.

Buena película con grandes interpretaciones y actores, muy cerca del cine negro clásico. Tiene esa elegancia y distinción de las películas clásicas sin necesidad de efectismos ni acción desenfrenada.