La hermana San Sulpicio

Lucia tiene siempre nervio y olfato para la comedia. Además el color es como de época, desvaído, que resalta el paso del tiempo. Sobre la adaptación de la novela: se adapta el argumento pero no es fiel en los detalles. Palacio Valdés es un novelista del xix, es decir realismo y costumbrismo, recuerda algo a Varela pero a quien más se le parece por la amenidad, el fino humor, la ironía y el estilo es a...Eduardo Mendoza.

La escena que abre la película es como un sketch de ese costumbrismo castizo, madrileño del cine de los 50. El resto ya es cine de época, en un pasado reciente y en un marco andaluz ( la segunda mujer de Valdés era de
Cádiz ). Manuel Luna sobresaliente.

Fallido intento de popularizar a Carmen Sevilla, aquí con el galán Jorge Mistral y utilizando, como es habitual en el cine de Lucía, la iglesia a través de simpáticas monjitas.
Era algo habitual en el cine de posguerra utilizarlo como medio más importante de publicidad a favor de cantantes, toreros, deportistas, etc..., pero no siempre daban resultado, ni como en este caso se acercaban a este.
Por otra parte utiliza todos los tópicos españoles y concretamente andaluces, como son los toros, el flamenco, la juerga, el baile.
Hay una pequeña aparición de Antonio Ozores.

San Sulpicio na más que eso.
Qué pollo el gallo.
Monja torera flamenca bombera.
Muy cursi y muy tonta y hablan demasiado sin descanso por los codos los cabrones. Kitsch y naif, tan falsa y acartonada que da miedo asusta acojona, levantas corres el tupido velo y te come vivo lo siniestro y él es muy mal actor raro, ella está va sobrada estupenda carga, una Marisol ya crecidita, pero todo es en general horroroso, no hay por donde cogerlo, ahí lo llevas puesto, enjaretado, como un de tres picos sombrero, creo que solo disfruté un poco el primer y único baile zapateado y algún gracejo del lenguaje y fantaseando, yo lo comparto, con todo tipo de depravaciones estilo Sade perpetradas en aquel garito sanatorio convento del infierno engendro por monjas y médicos compuesto qué miedo, lo peor de cada casa, la ciencia y la religión en comandita, el horror, el horror, en promiscua constante cópula, qué terror, todo lo más negro del ser humano expuesto, con luz y taquígrafos, a rienda suelta, sin hándicap ni cortapisa, a chorro, a cholón, a lo loco, libre caño, al personal asolando, haciendo sin parar el mal, tanto daño.
Una pesadilla que Dios nos coja confesados a puerta gayola.
Es como una película de Buñuel, pero mucho más bestia, Mistral también trabajó en México de hecho como el maestro, allí murió además suicidado, Belle de Jour, cacique o cacica de tierras adentro andaluzas para más señas por el día, gran ganadería mediante, la religiosa más descocada libidinosa por las noches lo parte, las 120 jornadas de Sodoma.
Estas películas añejas españolas estaban llenas de mala baba de rabia y de ira, azufre, por la boca sulfuraban, no se cortaban, de diablos y brujas llenas, pugnando por salir de su encierro, aquelarre, armagedón, descojonación, apocalipsis, abismo, degradación, abominación, perdición, perversión, puras metáforas alegorías arpías agonías para salvar la dura dictadura franquista censura, el ingenio despierta y aviva, se las metían dobladas Luis Lucia y compañía, estos de antaño artistas, alegría, hipocresía, autarquía, pleuresía, entropía, algarabía, fantasmagoría, pon la cara b del disco o escúchalo al revés y tiéntate la ropa, el premio gordo, penarás a lo bruto, descubrirás lo que nunca hubieras querido escuchar/ver siquiera imaginado, el misterio, el demonio, todo, yo te aviso, después no llores como un hombre lo que no supiste defender como una mujer, en serio, sin guiño.