La Reina del Porno

*Del exilio (in)voluntario a vivir “el sueño americano”

Hay historias familiares extrañas y alejadas de lo que se entiende por convencional, pero la de Chelly Wilson supera a la gran mayoría. Nacida en Salónica y criada en el judaísmo, Wilson emigró a los Estados Unidos en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, anticipando lo que podía ocurrirle si se quedaba. Con la promesa de volver a por ella cuando la guerra terminara, tuvo que dejar a su hija pequeña, Paulette, a cargo de una amiga no judía para que la ocultara de las tropas alemanas, lejos de su ciudad natal.

Sola y sin dinero, tomó el último barco que salió desde Atenas antes de la guerra y durante el viaje conoció a algunas mujeres que la ayudaron a su llegada al país de las oportunidades. Empezó trabajando en un puesto de comida en mitad de la calle y poco a poco fue ahorrando algo de dinero. Gracias a su carácter fuerte y decidido, conoció a la gente adecuada para hacerse un hueco en el mundo de la industria pornográfica, como productora y propietaria de salas de cine X, y al final acabó convirtiéndose en una de las empresarias más reconocidas de toda Nueva York.

*El documental como forma de expresión

Combinando material audiovisual del archivo, entrevistas a amigos y familiares e imágenes animadas —a cargo de Abhilasha Dewan—, La reina del porno traza la vida privada y profesional de una de las figuras más importantes de la contracultura neoyorkina. El arco narrativo se vertebra por una serie de audios en voice over de la misma Chelly Wilson, grabados antes de su muerte. Estos testimonios en primera persona ayudan a dar forma a la historia y a completarla, pues parte de la información personal que arroja no la conocía ni sus propios hijos.

Valerie Kontakos elige, además, acertadamente el género no solo para narrar las vivencias de Chelly, sino también para esbozar el complicado contexto en el que se desarrollan muchas de estas vivencias. En Europa con el estallido de la guerra y en Norteamérica con las revueltas y la agitación social que imperaba en las calles de una ciudad cada vez más peligrosa como era Nueva York. Para reafirmar la gravedad de estos acontecimientos, la directora proporciona importantes datos estadísticos acerca de ambos periodos que se refuerzan con las intervenciones de quienes lo vivieron.

*Poca profundidad en los últimos años de Chelly Wilson

La reina del porno ofrece muchos detalles de la vida de Chelly hasta finales de la década de los 70, cuando ya se había hecho un nombre en la calle 42 de Manhattan y todos los que alguna vez estuvieron dentro de este mundillo la respetaban. Sin embargo, apenas se profundiza en lo que pasó a partir de ahí hasta su muerte a principios de los 90, y los últimos minutos se convierten en una rápida sucesión de datos superficiales. El final abrupto y atropellado rompe con la armonía narrativa que el metraje había estado manteniendo desde el inicio.

Lo mismo ocurre con el tema de la orientación sexual de Chelly, a la que no se dedica ni cinco minutos a pesar de haberse vendido La reina del porno como “la historia de una lesbiana feminista”. Las únicas menciones al respecto se limitan a comentarios en tono humorístico, bastante desacertados, que restan importancia a la violencia sistemática a las que las personas del colectivo LGTB tienen que hacer frente en la actualidad.

*Conclusión

El documental de Valerie Kontakos se asemeja a un viejo álbum de fotos familiar. Directa y perspicaz, la narración resulta un festín de anécdotas sobre una figura extraordinaria que tuvo que hacerse a sí misma para conseguir lo que quería: el amor de los demás. Parece irónico que a la matriarca de la industria del porno, que hacía tratos con la mafia y gritaba por teléfono, solo le importara su familia, la de sangre y la que eligió para que la acompañara en esa maravillosa aventura que fue su vida.

Escrito por Cristina Rosales García