A contracorriente

Siempre me han gustado las películas con un narrador que relata la historia en primera persona. Generalmente los diálogos están mucho más cuidados y se produce una mayor complicidad con el espectador.

La trama es buena, bien dirigida y resuelta con eficacia. Los protagonistas convencen y se deja ver con interés hasta el final. Una buena opción para un par de horas.

Un padre obsesionado con convertir a sus hijos en macho man, sufre la vergüenza de tener un hijo que no le va ni jugar al futbol ni boxear. Al descubrir que tanto esa oveja negra como su hijo favorito son muy buenos nadadores comienza su lucha para que su hijo favorito sea el mejor y para que su hijo despreciado no gane.

Se trata de una película que trata de mostrarnos las consecuencias que tienen mezclar alcohol con la frustración. El padre se avergüenza de un hijo que no tiene agallas y que le gusta la literatura; por eso cuando éste gana y el otro hijo pierde, vierte su frustración en el alcohol. También critica los valores tradicionales de la sociedad en los que el hombre debe ajustarse al estereotipo de Harry el Sucio y la mujer debe limitar su actividad a cuidar el hogar.

Estas buenas ideas se ven empañadas por un ritmo que en ocasiones resulta lento, unas actuaciones por parte de los actores que encarnan a los hijos no demasiado bien conseguidas y unas escenificaciones en la piscina bastante malas. Lo normal cuando se hace una película sobre grandes nadadores es mostrarnos nadadores con un buen estilo: en esta, se nota perfectamente que los actores no son excelentes nadadores.

Del director de Los inmortales, nos llega esta película, basada en hechos reales, sobre una familia australiana con padre alcohólico y madre e hijos maltratados, los cuales destacan como buenos nadadores, a partir de aquí tenemos a un padre que se erige en entrenador de los hijos, volcando en ellos sus frustraciones, intentando hacer suyo el merito de los hijos al ascender en el escalafón de la natación y su calificación para las olimpiadas de mil novecientos sesenta y tantos. El tema deportivo queda de fondo, centrándose en las rencillas familiares que se supone que deben interesar mucho al espectador, pero que al menos en mi caso me resbalan, estaba deseando que se ahogaran de una vez, en alguna de las escasas y mal rodadas escenas de natación, lo único salvable es la actuación de la siempre esplendida Judy Davis, Geoffrey Rush parece estreñido en todo momento y como curiosidad, uno de los hijos parece sacado de un poster de las juventudes hitlerianas. Como dramón tremebundo a lo mejor alguien le encuentra el punto, como historia deportiva de superación y tal..., un castañazo.

Representa muy bien la tríada oscura de la personalidad (psicopatía, narcisismo, maquiavelismo) de un padre y sus hijos, a quienes asigna el rol de chivo expiatorio, el del hijo dorado, la dependiencia emocional de ellos mendigandole migajas de afecto y como logra que eso cree celos entre ambos hermanos y una competencia, a mí me hizo llorar porque me sentí reflejada como hija de madre narcisista/psicopata y el saber que es una película basada en hechos reales es grotesco, he podido comprobar por mi misma que todavía existe la creencia de que todo padre y madre tiene instinto de serlo y quiere a sus hijos, y me he encontrado con que solo las personas que hemos pasado por ello podemos entender cómo te rompe por dentro, te trauma y te marca para toda la vida, por eso para quienes aún no nos comprenden a las víctimas de ello recomiendo ver esta película, y para las víctimas va a ser algo desgarrador verla ya que os sentiréis reflejados y abrirá heridas