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Los ojos sin rostro

Terror. Thriller En París, un brillante y desquiciado cirujano rapta chicas con el fin de utilizar su piel para reconstruir la belleza de su hija, destrozada por un trágico accidente del que él se siente culpable. (FILMAFFINITY)
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Críticas 53
Críticas ordenadas por utilidad
15 de octubre de 2006
139 de 173 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ritmo, esa es la respuesta.

Algún espectador puede preguntarse a qué es debido ese ritmo lento de las primeras secuencias. Porque vemos a la protagonista enmascarada deambular tanto tiempo por las escaleras y las habitaciones de la casa. Porque el montador del filme decidió no cortar antes de tiempo cuando todos pensábamos que la secuencia no tenía nada más que contar…
Y la respuesta es el ritmo.

Sin esas secuencias previas la alargada e interminable secuencia de la operación carece de significado y esencia.
Georges Franju lo tenía muy claro: engañar al espectador seduciéndolo con un aparente thriller que en principio parecía que iba a sugerir, que no iba a mostrarnos el horror (la secuencia del deposito de cadáveres, la máscara, la ausencia de espejos, el uso del fuera de campo). Para después amplificar la violencia y dar el golpe de efecto al espectador.

Al igual que la victima en un plano subjetivo el espectador presencia el horror. Aquello que nos habían ocultado y ahora nos van a mostrar detenidamente, paso por paso, momento por momento, pinza por pinza, bisturí por corte, thriller por horror con grima incluida.

Se nota también que hay clase: guión escrito por el mismo autor de la novela (Jean Redon), Pierre Boileau y Thomas Narcejac (“Las diabólicas” y “Vértigo”) y Claude Sauset, Y que si este filme estuviese dirigido por el mismo Hitchcock figuraría en todas las listas de mejores películas por encima de la sobrevalorada “Psicosis”.

“Ojos sin rostro” da como resultado una extraña y fascinante cinta que es fundamental para entender el cine de terror posterior. Una fábula oscura sobre el amor y sus consecuencias. Con un raro canto a la libertad y la liberación donde la belleza convive con lo truculento.
Bella metáfora fundida en el horror.
Maldito Bastardo
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16 de junio de 2010
44 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando el miedo no tiene una forma exacta, cuando el misterio se propaga a través de los errores humanos, cuando la locura se desata frente a la desgracia y cualquier acto realizado para enmendarla hunde más a los implicados en ese pozo oscuro de la culpa.

Cuando todo ello sucede, la inquietud nos asalta y nos dirige atentos por esta pequeña obra que con sencillez y determinación va desvelando lo que existe tras todas las máscaras que ocultan los secretos de ese dulce hogar lleno de tristeza y ausentes reflejos.

"El futuro debería haber existido hace mucho tiempo." Con esta obsesión aparece un padre que quiere cicatrizar su mayor dolor, la vida y el rostro destrozado de su hija. Ella vaga perdida entre las habitaciones que conforman su esclavitud mientras recibe el apoyo de la ayudante, esa mujer inquietante que parece deber más de lo que posee.

Son los tres rastros que seguir bajo un fundamento básico, el horror frente a humanos que enfrentan sus maldiciones. Aparece la intriga, el desafío a lo físico, la obsesión, el miedo, la insania que les producen esos resultados fallidos de continuar con la aparente normalidad. Porque bajo las máscaras que ocultan la trágica verdad, se van creando nuevas caretas imposibles de quitar que transforman a los tres desdichados seres, disfrazados de personas para la ocasión.

El terror no siempre se expresa entre gritos y enérgicas carreras, un rostro de porcelana de perfil triste y un bisturí de dimensiones perfectas nos encoge en nuestros asientos esperando desvelar el impactante final que transporta las miradas hacia el exterior, en un ambiente enrarecido, oculto, mentiroso... espléndido.
mnemea
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9 de diciembre de 2011
33 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama de crimen, horror y suspense, realizado por el director francés Georges Franju (1912-1987)(“La cabeza contra la pared”,1959). Adapta la novela “Les yeux sans visage”, de Jean Redon, según guión escrito por Pierre Boileau, Thomas Narcejac, Jean Redon y Claude Sautet, con diálogos de Pierre Gascar. Se rueda en estudio con tomas externas de Paris y alrededores. Producido por Jules Borkon para Champs Élisées Prod. Y Lux Film, se estrena el 11-I-1960 (Francia).

La acción dramática tiene lugar en Paris y en las afueras de la ciudad a lo largo de varios meses de 1959. Explora las relaciones entre locura, obsesiones, frustraciones personales, amor paternofilial y medicina aplicada al servicio del mal. El personaje protagonista es un médico cirujano que estudia los transplantes de piel de donantes vivos a receptores humanos. Experimenta con animales (perros y palomas) y personas. En algunos casos ha obtenido resultados satisfactorios. La obra constituye un ejemplo del cine sobre el mal uso de la medicina puesta en manos de un profesional de la cirugía malvado. La descripción de la personalidad del protagonista se basa en la asociación de un temperamento gélido, insensible al dolor ajeno, con sentimientos de culpa, obsesivo y arrogante, oculto bajo una engañosa apariencia de normalidad.

Los escenarios en los que se desarrolla la acción son lóbregos y opresivos. La parte principal de ellos se ubica en subterráneos claustrofóbicos y agobiantes, en los que se respira una atmósfera densa y siniestra, que perturba el ánimo y causa sensaciones de inquietud y angustia. Los escenarios contienen elementos simbólicos y alegóricos que suscitan reacciones de temor y ansiedad. En este sentido aportan su contribución la proyección de sombras, la balaustrada de barrotes del pasamos de la escalera, el reflejo de algunas imágenes en un gran espejo, las máscaras, etc.

Ladridos de desesperación de perros que no se ven, porque no están en el jardín, ni en la casa, ni en el subterráneo, elevan los niveles de misterio y tensión. El aspecto fantasmal de algunos personajes que se desplazan como almas en pena, a la manera de espíritus condenados al dolor y la desolación eterna, refuerzan el suspense. La desconfianza con la que el espectador mira a la policía provoca sentimientos de desamparo. La división del mundo en dos mitades, la explícita, visible y aparentemente normal de la clínica y la oculta y clandestina del subterráneo, alimentan percepciones de desequilibrios mentales graves.

La atmósfera del film se torna por momentos asfixiante y aterradora. En la segunda mitad del film se muestran imágenes que impresionan, turban y, en varias ocasiones, provocan horror y terror. La escena del bisturí recuerda la del ojo de Buñuel y Dalí en “Un perro andaluz” (1929), la de las pinzas trae a la memoria la creación del monstruo de Frankenstein ("El doctor Frankenstein", Whale, 1931), etc.

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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19 de septiembre de 2010
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terror a lo Nouvelle Vague, que enfila por ese repelús a los escalpelos, a los bisturíes, a las batas blancas asociadas a los “matasanos” que inspiran más temor que confianza en pacientes no muy seguros de salir enteros, o respirando y por su propio pie, de la aséptica clínica. Esa moda de los “Doctor Muerte” en cuyas manos un instrumento quirúrgico es más una herramienta de horror que de salvación. La clásica ayudante incondicional, cómplice en las carnicerías, que se pliega a los siniestros designios de su amo y señor. Y una enclaustrada alma en pena cuyo rostro desintegrado no llega más que a intuirse en alguna escena.
Ahí están las bases de un aceptable thriller francés de los sesenta, sobre crímenes en serie perpetrados, como de costumbre, en chicas guapas. Una variante del “slasher” en la que las motivaciones del carnicero no son las de vejar sexualmente ni asesinar morbosamente a sus víctimas, sino robarles sus rostros para reconstruir el de su otrora bella hija desfigurada en un accidente del que él fue el responsable. Con lo cual el móvil es la culpabilidad. El prestigioso cirujano dedica sus horas libres al macabro cometido, con la asistencia fiel de su hermosa secretaria (Alida Valli), mascota servicial entregada a la labor de atraer a las muchachas a la trampa.
Como en todo “slasher”, los verdugos localizan a chicas que reúnen las condiciones adecuadas y que se hallan en situación de soledad e indefensión, engañándolas con caras amables y ofrecimientos de auxilio cuando son más vulnerables. El cebo es eficaz; la mayoría de las jóvenes se siente confiada en presencia de una bonita mujer madura de ojos impresionantes que las trata con maternal solicitud.
Las desapariciones y una suerte de extraños hechos alertan a la policía, la cual suele revelarse bastante inútil o impotente al no haber sido capaz de proteger a las víctimas, siguiendo bastantes pasos por detrás la pista al criminal.
Mientras tanto, en la casa del doctor se desarrolla un drama sin descanso de tres fantasmas en vida: el médico devorado por la culpa, la hija desgraciada hasta la seductora idea del suicidio y asqueada y harta de los métodos de su padre, y la ayudante encadenada por una gratitud malsana.
La sobria y efectiva fotografía en blanco y negro deja una impronta de fobia hacia el filo del escalpelo, insinúa con las dosis justas de sangre y, sobre todo, impregna la atmósfera con el grito de socorro de todas las chicas del mundo que son atrapadas por las manos monstruosas de quienes tienen por objetivo hacer daño a seres inocentes.
Vivoleyendo
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31 de enero de 2011
24 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la primera y única película que he visto de Georges Franju, y debo confesar que me ha deslumbrado completamente. Esta terrorífica historia de rostros descompuestos y mentes devastadas esconde grandes bellezas y momentos que, cinematográficamente hablando, me parecen sublimes.

El comienzo, con ese coche solitario conducido por Louise (una Alida Valli magnífica en su papel de "cazadora de rostros"), que avanza en lo más oscuro de la noche por una carretera flanqueada por árboles desnudos, transportando un cuerpo inerte, constituye una obra maestra del desasosiego. No menos macabros o siniestros resultan el fingido entierro, las habitaciones en las que languidece y se desespera Christiane, así como el quirófano oculto, al que accedemos bajo el ensordecedor ladrido de los perros. Todo ello envuelto en una atmósfera opresiva, con exteriores fríos, desolados (véase el cementerio, los alrededores de la casa), frecuentemente invadidos por la niebla. Y en medio de todo esto dos miradas que condensan la verdadera tragedia que anida en la película; de un lado, la de Christiane, que carente de rostro, expresa con sus ojos toda la angustia y tristeza posibles. Del otro, la de su padre, el doctor Génessier, fija y obsesiva, esculpida en un rostro hierático, tras el que anida una obsesión enloquecida por recuperar lo irrecuperable.

Con una buena música de Jarre, que acompaña con su soniquete macabro las búsquedas de Alida Valli, unas interpretaciones más que correctas, y un guión certero que elude excesivas explicaciones, dejando que sean las imágenes las que se encarguen de ello, "Ojos sin rostro" se erige en un verdadero clásico en el que las secuencias a priori más terroríficas -la de la operación- son mostradas con un realismo pasmoso, casi documental, dejándose el dramatismo para otros momentos.
Continúa en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Quatermain80
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