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Magia a la luz de la luna

Comedia. Romance En la Francia de los años 20, durante la época dorada del jazz, un mago inglés (Colin Firth) está decidido a desenmascarar a una falsa médium (Emma Stone). Esto desencadenará una serie de hechos mágicos que sacudirán la vida de ambos.
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Críticas 148
Críticas ordenadas por utilidad
10 de agosto de 2014
109 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ritmo de trabajo de una película al año que lleva Woody Allen es tan riguroso como extenuante. No seré yo quien me queje, pues habrá un gran vacío en mi cinefilia cuando el neoyorkino ya no sea capaz de continuarlo, pero tal vez sea porque los genios también necesitan vacaciones que en los últimos años ha habido una tendencia de alternar obras sobresalientes y menores. Hagamos un repaso: Si la cosa funciona –> Conocerás al hombre de tus sueños –> Midnight in Paris –> A Roma con amor –> Blue Jasmine. Pues respetando este patrón, 'Magia a la luz de la luna' no forma parte de la liga de las mejores películas de Allen, pero al menos es mejor que 'Conocerás al hombre de tus sueños' y 'A Roma con amor'.

El filme tiene tiene los ingredientes más conocidos de la fórmula alleniana: ambiente aristocrático, un protagonista neurótico, escéptico y mordaz; una joven que lo embauca con su belleza y encanto; algún que otro personaje panoli; diálogos rápidos y respuestas ocurrentes… Nada que ningún fan o detractor del cineasta no conozca ya de sobra, y todo ambientado en el cálido e incomparable marco de la costa francesa, aprovechado al máximo por el director de fotografía Darius Khondji para resaltar el azul del mar, el verde de la arboleda y los rayos de sol que se reflejan en el cabello de Emma Stone. Todo es cándido en una película que se reserva las únicas gotas de amargura para su tema de estudio, que ya había sido tocado en 'Conocerás al hombre de tus sueños': Somos más felices cuanto más ignorantes somos. La fe, el espiritismo y la religión no son más que mecanismos de autodefensa que nos ayudan a sobrevivir en un mundo despiadado en el que estamos condenados a la pesadumbre si nos atenemos siempre a la razón.

Colin Firth aporta la característica elegancia y flema británica al personaje de Woody Allen por antonomasia: cínico, neurótico y con una respuesta aguda ante todo. Firth se adueña del rol y lo interpreta con gracia, bordando una difícil escena en la que da un monólogo clave en la trama. En cuanto a Emma Stone, la chica se muestra sumamente radiante y cautivadora. La atracción que ejerce sobre el resto de personajes se contagia al público y al propio Allen, que ha vuelto a contar con ella para su próxima película. Los secundarios, comparsas de la pareja central, están correctos, destacando Eileen Atkins y Hamish Linklater, pero desaprovecha a dos personajes con mucho potencial como son los de Marcia Gay Harden y Jackie Weaver.

Magia a luz de la luna es una comedia ligera de Woody Allen de cajón: se ve con una sonrisa en la cara, produce varias carcajadas, posee cierta carga reflexiva y, como nunca me cansaré de repetir, resulta superior a la media de películas que se estrenan hoy en día. Si hubiese terminado 10 minutos antes habría sido mucho más potente, pero, al fin y al cabo, son las merecidas vacaciones en la Riviera francesa del director tras el ‘tour de force’ que fue 'Blue Jasmine'. Si la tendencia continúa su curso, la película que estrenará el año que viene con Joaquin Phoenix y Emma Stone será una nueva muestra de su genio a toda máquina.
Blanch
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7 de diciembre de 2014
102 de 115 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody recupera la comedia romántica para hacer las delicias de los espectadores. Donde la comedia nace de los ingeniosos, irónicos e inteligentes diálogos de los personajes. Desde la magnífica actriz inglesa Eileen Atkins (la tía Vanesa), quien mantiene unos diálogos con Colin Firth (Stanley) sobresalientes, a la pareja protagonista formada por Emma Stone (Sophie) y Firth. Una pareja adorable que bebe del cine clásico, y que al igual que películas como Historias de Filadelfia de Cukor, nos presentan a unos protagonistas que no parecen tener nada en común y que arrancan con un enfrentamiento verbal. En ambas películas sabemos que esos personajes tienen que acabar juntos. Lo sabemos y no nos importa. Porque sabemos que estamos ante una comedia romántica. Y Woody cumple todas las reglas de este género desaparecido y que tantas obras maestras ha dejado para la historia del cine.

Un romanticismo que no empalaga, porque el corazón sabe cosas que la razón no entiende y donde la verdadera magia es la del AMOR. Con uno de los finales más hermosos de la filmografía de Woody y tan característico del género. Píldoras de esperanza y optimismo que nos permiten soñar.

La película tiene el sello de Allen desde el comienzo donde nos presenta a un mago que no cree en la magia. Como gran retratista de las almas humanas, sus personajes viven en la contradicción, como lo hacemos todos los seres humanos. Sus debates sobre la muerte, referencias a Nietzsche e incluso a su adorado Bergman están presentes. En una escena de El séptimo sello en el que la muerte se acerca a una bruja que es condenada a ser quemada viva por haber visto al diablo, la muerte le pregunta: "¿Es verdad que has visto al Diablo?, ¿Cómo es?". La propia muerte tiene dudas sobre la existencia de si hay vida después de la muerte. En Magic in the Moonlight el personaje de Colin Firth, ante la posibilidad de que verdaderamente sea una vidente, agarra con angustia y entusiasmo a Sophie y le pregunta "¿Es verdad? ¿Entonces hay vida después de la muerte? ¿Dónde has estado todos estos años?".


Una película para dejarse llevar y disfrutar de los diálogos, los juegos de palabras, y la magia a la luz de la luna.
play it again Sam
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4 de diciembre de 2014
47 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Magia a la luz de la luna' parece confirmar que la frenética actividad cinematográfica mantenida siempre por Allen, con su sempiterna película anual, es su modo particular de probarse que existe. Más aún, y en los últimos años: es su forma de espantar a la muerte.

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Es una película dialogada en exceso; algo encorsetada y forzada; menos cómica de lo que uno, a priori, aventuraría. Allen rumia sus inquietudes de forma invasiva y discursiva, sin demasiada sutileza.

Colin Firth es un mago escéptico y analítico, defiende el empirismo: no puede haber nada que no sepamos, cada truco tiene su explicación. Emma Stone es una médium soñadora y vitalista, cree que hay fuerzas mayores que se nos escapan: hay todo un mundo que desconocemos, hay hechos a cuya explicación no podemos acceder. Ambos basculan entre el antagonismo y la afinidad; ambos con ideales diferentes, pero igualmente humanos.

[La dualidad planteada por Allen, que es existencial en primer término, puede extrapolarse al terreno amoroso: Firth no cree que exista el amor; existe la convivencia, la compañía y, al final, la desilusión. Stone encarna la energía de un nuevo amor, la confianza en que uno pueda, de nuevo, "amanecer", la fuerza ilimitada del verdadero romanticismo].

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Allen, ante todo, parece subrayar la capacidad que tiene el mago para crear la ilusión de conexión entre dos mundos; lo posible y lo imposible, lo conocido y lo desconocido, lo finito con lo eterno. El mundo es, o bien un lugar frío y racional, o bien "una iglesia con su Dios, una casa con su duende" (Stalker, 1979).

La película mantiene un simpático tira y afloja entre Firth y Stone; uno intentando anular al otro y, a la vez, encaprichándose entre ellos.

Es, hacia el final de la película, cuando Firth parece tomar la voz del propio Allen...

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Allen cumplió, hace unos días, 79 años. Ha mantenido siempre una visión pesimista sobre el ser humano; que la existencia forma parte de un absurdo cósmico, que la vida es en balde. La vejez, poco a poco, va acercándole, irónicamente, a su propio vaticinio; el agujero negro cada vez es más nítido. Ya no es una creencia, es una amenaza.

Siendo joven, uno siente incluso cierto orgullo al proclamar, con esa pasión propia de los espíritus refulgentes y románticos, que nada tiene sentido. Allen lleva cerca de un siglo existiendo; esa posibilidad ya es ominosa; ya empieza a dar miedo de verdad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Nuño
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5 de enero de 2015
25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película correcta: guion entretenido y bien ambientada en la Francia de los años 20, pero que no logra sobresalir como pudiese haberlo hecho.

Colin Firth interpreta a un mago inglés -Stanley- escéptico. Bajo su personaje está representado la corriente híper racionalista que choca con visiones más “creyentes” de la sociedad, no sólo con creencias más sobrenaturales, sino también representan a aquellos reacios a visiones más emocionales de la vida.

En esta faceta el mago está decidido a desenmascarar a una falsa médium (Emma Stone -Sophie-). En ese enfrentamiento con la vidente, Stanley se enfrenta a sus propios fantasmas.

Los fantasmas; esos de creer o no creer, esos de casarse con la mujer que racionalmente más se ensambla conmigo versus casarse con aquella que inexplicablemente me produce cosas que la cabeza no pueden explicar, esos fantasmas que apuntan a lo más profundo del ser humano.

Woody Allen trabaja estas dudas ni con tanta seriedad, ni con tanto humor. Si bien la película esboza varios intentos de ironía, pero nunca es como para catalogarla como una película irónica. La película tiene diálogos interesantes, pero no alcanzan para considerarla una película profunda. Al final la película no es “ni fu, ni fa”.

Al final la película cumple, pero no logra sobresalir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jinx_888
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4 de diciembre de 2014
34 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Filme con la impronta genuina de Woody Allen, hombre declaradamente escéptico que siempre se ha tomado con humor crítico todo tipo de movimiento religioso o espiritualista, incluido uno que se puso de moda en EE.UU. y Europa a mediados del siglo XIX: el espiritismo.

Allen realiza con este filme, que yo no lo considero menor sino notable, una obra marcadamente anti pseudociencias o anti productos religo-espirituales, como el espiritismo, cuyos seguidores suelen tener en su mayoría mentes bastante crédulas o excesivamente confiadas y simplonamente acríticas.

Así pues estamos ante una humorística película de cuño y cuñas «made in Woody Allen», donde a todas luces deja claro el hastío que le producen la gente crédula o incapaz de hacer uso de la humana característica por excelencia: el escrutinio racional.

Y es que continuamente en la historia suele ser así, son muchísimos más, legiones, los que se creen las cosas por la simple visión o apariencia, sin indagarlas, sin escudriñar qué hay detrás de ellas ni cotejar que por cada crédulo o ingenuo suele haber dos timadores o estafadores, que por cada persona que habla la verdad suele haber millones que dicen mentiras. En este sentido, conocido es el llamado «efecto Jeane Dixon» (en referencia a una médium así llamada famosa por sus supuestos poderes psíquicos), efecto según el cual las predicciones fallidas de todo ese tipo de médiums, adivinadores, espiritistas, etc., son mucho más numerosas que sus aciertos; sin embargo, cosa sorprendente, los crédulos solo se quedan con los escasos aciertos, si es que los hay, y olvidan la abundancia de desaciertos o "cagadas" de tales psíquicos.

De ahí, este diálogo tan sobresaliente y crítico de la película, donde Allen sitúa hablando a dos profesionales de la magia y uno le comenta al otro que ha visto y estudiado a una médium excepcional que cae en trances adivinando cosas imposible de saber por ella, lo cual le ha llevado al convencimiento de que puede ser una médium real y verdadera; a lo que el otro mago, escéptico contumaz donde los haya le replica: «¿No sabes que los científicos son los más fáciles de engañar? ¡No hay nada verdadero, Howard! ¡Es todo falso! Del espiritismo al Vaticano. No puedo creer que digas eso!»

Además, conviene que recordemos que grandes representantes de la mística, la espiritualidad y la religión a lo largo de la historia, son quienes precisamente nos han señalado de manera diáfana, entre ellos santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, que los fenómenos explícitamente espirituales, tipo trances, visiones, predicciones, adivinaciones, comunicados con y desde el Más Allá, etc., no son pruebas de autenticidad del hecho espiritual ni de la experiencia religiosa, sino más bien la corrección de la existencia.

Y entre los espíritas también la célebre Amalia Domingo Soler lo puso de manifiesto con rotundidad: «Nos duele decir que de cien centros espíritas deberían suprimir noventa y nueve, pues más vale un espírita que un millón de espiriteros.»

En definitiva, Woody Allen, vuelve a indicarnos con su filmografía que en este mundo es mucho más difícil no engañar a la gente que engañarla; es más incluso, engañar a la gente suele ser tan fácil y corriente como el parpadear.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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