Río sucio

Víctor (Elías Jiménez) es un anciano que vive en una finca en una zona rural en medio de la montaña, un día recibe la llegada de su nieto Ricardo (Fabricio Marti), un silencioso chico que llega a enturbiar la vida de este hombre, que pasa en recurrentes conflictos con Lautaro (Edgar Maroto), un vecino indígena al que acusa de los problemas acontecidos en su propiedad.

La película gira alrededor del personaje de Víctor, un hombre que subsiste en su finca alejado casi por completo de la civilización, un andar solitario con un actuar que se asoma poco cuerdo, pero que es el resultado de algunos abruptos eventos en el pasado. Por otro lado, el contexto de su nieto se intuye también bastante complicado, con un padre ausente y una madre que no le toma mucho interés.

El aspecto primordial del filme es la dirección de fotografía, realizada por el reconocido nicaragüense Gabriel Serra, que logra retratar a la perfección el amplio contexto natural que se enmarca en la obra, con varias secuencias retratadas de forma sublime. Por su parte, en el apartado actoral, destaca Jiménez con una muy buena representación siendo el que lleva el peso del filme, mientras Marti y Maroto no son del todo convincentes.

El guion del largometraje es del propio Fallas, que enfrenta la dificultad principal de una narración donde le da mucha vuelta a la idea del “tormento” del protagonista, no se siente por tanto que haya una evolución en la trama, aparte que ese odio infundado por completo de parte de Víctor en contra de su vecino se siente hasta irrisorio y falso, una pena en especial pensando que esa es la idea central del relato.