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The Forbidden City

Drama. Romance El mandarín Wong Li (E. A. Warren), ha prometido su hija San San (Norma Talmadge) al emperador que está próximo a asumir el cargo. Pero meses antes de la fecha en que ella deberá ser presentada, su hija resulta enamorada del americano John Worden (Thomas Meighan) y para disuadir de sus pretensiones al nuevo gobernante, el día de la ceremonia San San le va a llevar el fruto de su romance... y ese mismo día, el cielo va a oscurecerse. (FILMAFFINITY) [+]
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11 de marzo de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando el ser humano se anima a pedirle algo a su Creador o al Universo, debería antes estar seguro de si lo que va a pedir es realmente bueno, porque, no siempre lo que pedimos es lo que realmente necesitamos o lo que de seguro nos traerá conveniencia. El universo es complaciente, pero suele haber mucho de impertinencia en las cosas que se piden.

La historia de “LA CIUDAD PROHIBIDA”, nos ofrece un perfecto ejemplo del destino que, en ocasiones, nos trazamos con las cosas que le pedimos a la existencia. El mandarín Wong Li, ha convertido a su hija San San en la favorita del nuevo emperador para cuando éste asuma el poder. Pero cuando la chica ve llegar de visita a John Worden, el apuesto secretario del consulado de los EEUU, un ferviente deseo de llenar su “soledad” se le despierta enseguida, y entonces, en oración pide al Creador: “Oh, Buddha, por favor envíame aquí al hombre amado para que me dé millones de besos dulces”.

Más se demora, San San, en solicitar su pedido que el universo en complacerla, y así, se inicia un intenso romance al que, hasta el mismísimo, Rudyard Kipling, hubiese visto con desazón, porque un día escribió: “El oriente es el oriente y occidente es occidente… y nunca ellos podrán encontrarse”.

Lo que se aviene es un drama de sacrificio y amargura, de larga espera, de búsqueda y desconcierto, cuando llegue el momento crucial en que San San sea presentada ante el emperador.

El guión -no acreditado- de Mary Murillo -escritora inglesa que naciera como Mary O’Connor, pero quien decidió llevar el nuevo apellido en honor a Bartolomé Esteban Murillo, cuando alguien le dijo que su mirada era igual a la de La Madonna Masaveu-, está basado en la obra del texano, George Scarborough (1875-1951), y con un marcado tono entre trágico y romántico, consigue recrear el choque de culturas, pero sobretodo, su ferviente deseo de disolver las fronteras y toda suerte de prejuicios que pretenden impedir que el amor se realice.

Ese puente que vemos como parte del paisaje donde habita San San, luce como una metáfora del derecho a cruzarlo de aquí para allá y de allá para acá… porque solo el universo sabe dónde está el ser que ha de amar cada ser humano y como dice, en algún momento, John Worden, el sensible americano, “El amor no reconoce raza ni geografía”.

“LA CIUDAD PROHIBIDA”, hace parte de los primeros títulos que, en tiempos del cine silente y en solitario, dirigiera Sidney Franklin, quien venía de una amplia realización de comedias cortas y otros títulos dirigidos especialmente al público infantil, que firmó junto a su hermano, Chester M. Franklin. También por estos días, Franklin comenzaba a hacerse conocido como un gran ‘director de mujeres’ ya que, con sus películas fortaleció las carreras de Mary Pickford, Marion Davies, Norma Shearer, Greta Garbo, Luise Rainer… y por supuesto, Norma Talmadge, quien, en “LA CIUDAD PROHIBIDA”, hará sucesivamente de San San y de su hija Toy.

Excelente artesano y con un hábil manejo de la técnica cinematográfica que aprendió desde muy temprano, valiéndose aquí de limitados recursos, Franklin consigue ofrecernos una película visualmente muy atractiva, con una ambientación que nos hace sentir en tierras orientales y con una eficiente composición de planos que hace posible una amplia lectura sin tener que acudir al uso de intertítulos, los cuales reduce a la más mínima cantidad.

Al final, el filme resulta muy placentero y uno siente que, en Sidney Franklin, hay un magnífico y muy cálido contador de historias.
Luis Guillermo Cardona
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