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Daniel Andreas

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132 críticas
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Últimas publicadas
  • fecha publicación 4 de octubre de 2017
    ‘Blade Runner 2049’ aspira claramente a no decepcionar a los que veneramos su predecesora engarzando con ella de manera casi perfecta en el reparto, la ambientación, el estilo visual y, sobre todo, un guion que desarrolla muy sensatamente (con un par de excepciones que parecen prestadas de otras películas del género) el tema de la identidad humana. La poesía, sin embargo, no se puede imitar. Consciente de que es imposible igualar el lirismo de la de Scott, Villeneuve le imprime su sello, que no es otro que la elegancia más depurada. El resultado es una película impecable, aunque rodeada de una aureola de frialdad que se extiende sobre los decorados, las interpretaciones, la acción y la música (y sí, se echa de menos a Vangelis). Un espectáculo magnífico, sin duda, pero ni tan fascinante ni tan emotivo como el original.
  • Excesivamente blanda película del siempre eficaz maestro Wyler que parece haber inspirado “Único testigo”. Las escasas desventuras de una familia de cuáqueros -contrarios a cualquier tipo de violencia- durante la guerra civil americana sostienen una película a medio camino entre el western, el drama amable y la comedia suave. Sorprendentemente en una obra del director, la película adolece de falta de tensión dramática; aunque conserva, eso sí, el ritmo y la sabiduría del que sabe contar historias. Estupendo Cooper como el granjero que echa carreras con su vecino, y regular Perkins en uno de sus primeros papeles. Con encanto, pero argumento y director daban para mucho más.
  • Entre 1968, año en que Kubrick mostrara las enormes posibilidades del genero con la deslumbrante '2001, una odisea del espacio', y 1977, cuando los visionarios del Nuevo Hollywood lo popularizaran con ‘Encuentros en la tercera fase’ (Spielberg) y ‘La guerra de las galaxias’ (Lucas), el cine estadounidense nos legó un puñado de interesantes peliculas de ciencia-ficción. Como muchas de ellas, 'Cuando el destino nos alcance’ se ve lastrada por una puesta en escena, un estilo visual y una narrativa en exceso deudoras de la época en la que se rodó. Ello se ve aquí agravado por un director y un casting no tanto envejecidos (aunque Robinson moriría antes del estreno) como avejentados (a Heston le doblan en todas las escenas con una mínima acción, léase correr); pero, sobre todo, asociados a una época dorada de Hollywood de la que el oscuro y reivindicativo guion no podía estar más alejado. Y es una pena, porque más allá del interés de la trama en sí, la película plantea una dura crítica al capitalismo despiadado y al maltrato medioambiental no ya seminales, sino casi premonitorios (por ejemplo, en la mención al calentamiento global). Esta adelantada conciencia social no se extiende, por desgracia, al tratamiento de las cuestiones de género, ni, en menor medida, a las raciales, abordadas desde una mirada ‘exploitation’ tan setentera como discutible. Con todo, resulta curiosa y disfrutable.
  • Otra magnífica película de cine negro a cargo del maestro Lang. Narrada con un estilo claro y directo, los atormentados personajes del director alemán componen un relato tenso e intenso, sobre el crimen y la corrupción, que atrapa irremediablemente al espectador. Magistral.
  • Katyn (2007)
    La obra de Wajda ha estado siempre ligada a la historia de su país. “Katyn” no sólo rememora la terrible matanza de 22.000 polacos a manos de policía de Stalin, sino también la manipulación que de la misma hicieron tanto los nazis como los propios soviéticos. Con una estructura temporal que refuerza el dramatismo al soslayar durante buena parte del metraje las imágenes, tan secas como desoladoras, del hecho en sí, la película posee buena factura y una medida intensidad. Sin embargo, se echan de menos la brillantez visual y la audacia formal del primer Wajda, sustituidas aquí por un academicismo -convenientemente modernizado- que amortigua la tensión y mantiene a cierta distancia al espectador.
  • Diez años después de su primera aparición, Lang recupera el fascinante personaje del doctor más perverso de la historia. Sin embargo, lejos de tratarse de una mera secuela, "El testamento del doctor Mabuse" es una asombrosa vuelta de tuerca a la idea original. Lo que en la primera película era la descripción de una simple mente criminal se convierte aquí en una visionaria e implacable crítica de las técnicas y fines del nazismo, así como en una soberbia disección de la megalomanía asesina del mismísimo Hitler. Por si fuera poco, la obra es de una modernidad tan apabullante a los ojos del espectador actual que parece imposible creer que sea de 1932: tan sólo algún resabio del cine mudo -especial y desgraciadamente evidentes en el caso de la protagonista femenina- nos lo recuerdan. Pero la minuciosidad con la que el inspector investiga el caso, el montaje en paralelo para acrecentar la tensión de la historia y el desenlace en forma de clímax de acción son las bases de todos los thrillers actuales, sin ir más lejos. Visualmente, por otra parte, es una película tan bella como eficaz. Impresionante.
  • Río Bravo (1959)
    Howard Hawks es, probablemente, la prueba más evidente de que nunca se hizo mejor cine que cuando éste se consideraba un oficio artesanal. Responsable de obras maestras en casi todos los terrenos, ésta es la correspondiente al género por excelencia: el western. Se sintió tan a gusto contando la historia de un sheriff que debe defender la legalidad con la ayuda de un alcohólico, un viejo, un jovencito inexperto y una mujer, que la repitió -con ligeras variaciones- dos veces más: en “El Dorado” (1967) y en “Río Lobo” (1970). Pura sabiduría narrativa, pura diversión, puro cine. Una obra maestra absoluta.
  • Un hombre casado se enfrenta a la tentación del adulterio encarnada en una bella amiga. Con esta premisa tan sencilla, Rohmer elabora uno de sus mejores ejercicios de geometría amorosa. Un guión que indaga en los sentimientos con la precisión de un cirujano y la ligereza de un malabarista. Fascinante, hipnótica, magistral.
  • Frank Sinatra es un simpático caradura con un hijo, muchas ideas en la cabeza y un negocio hotelero a punto de ser embargado. Al rescate acudirán los siempre estupendos Edward G. Robinson y Thelma Ritter, con un plan que incluye a Eleanor Parker. A pesar de las buenas intenciones y del sólido reparto, el mensaje de Capra resulta anticuado y falto de malicia. Y es que los Estados Unidos de 1959 poco tienen que ver con los de los años 30 y 40...
  • Intensísima cinta antibélica, de pulso electrizante y magnífico reparto, que ahonda en los aspectos más duros de la guerra. El vibrante blanco y negro y la inolvidable relación entre un subordinado y su superior catatónico son sólo algunos de los contundentes argumentos de una película de la que pueden rastrearse huellas en el más reciente cine bélico, como "Salvar al soldado Ryan" o "La delgada línea roja".
  • Precedida de muy buenas críticas en Estados Unidos, donde parece ser que fue apreciada como una tragicomedia romántica realista y subida de tono, "Closer" es, sin embargo, una película fallida. Es probable que sobre el papel prometiera verismo donde suele reinar la fantasía edulcorada hollywoodiense -esto es, en el "chico encuentra chica, chico pierde chica, chico recupera chica"-, y algo de ello queda en el guión, donde pueden encontrarse frases sugerentes -casi todas en boca de Owen, el mejor personaje e intérprete de los cuatro- en un mar de diálogos pretenciosos y réplicas -de una palabra- artificiosas y cargantes. Pero nada resulta creíble: ni las situaciones, ni las pasiones de los personajes, ni sus motivaciones... No ayuda a ello la dirección, que abusa sobremanera de los primeros planos de las estrellas y no resuelve con originalidad las múltiples escenas a dúo. En suma: una película olvidable que nunca encuentra el tono adecuado entre el drama y la comedia romántica, y que sólo se deja ver por el atractivo de sus protagonistas -entre los que, dicho sea de paso, una Portman algo más que sexy y un Owen cínicamente seductor se meriendan a una Roberts correcta y un Law desajustado-. Un bluff.
  • “Stop all the clocks, cut off the telephone…” Los estremecedores versos de Auden son el contrapunto perfecto a una de las mejores comedias románticas de los últimos años. El eterno patoso (y aquí adorable) Hugh Grant balbucea ante una imprevisible y bellísima Andy McDowell, mientras a su alrededor la vida pasa, encarnada en magníficos secundarios. Un gran guion, una dirección firme y la sonrisa está servida.
  • Nosferatu (1922)
    Obra clave del expresionismo alemán, "Nosferatu" es una adaptación disimulada del Drácula de Bram Stoker. Murnau supo mantener la poética ambigüedad del texto original al tiempo que construía, con la terrorífica figura de Max Schreck, un icono del cine de terror. Como los grandes clásicos, la película funciona en varios niveles conceptuales, pero se sostiene por su fuerza y belleza visual.
  • En el submundo de Roma vive Accattone, un peculiar personaje que ejerce de chulo y malvive con su grupo de amigos, para los que es preferible pasar hambre a trabajar. La primera película de Pasolini bebe del neorrealismo y del primer Fellini, pero es ante todo la personalísima visión del director y guionista la que le imprime su peculiar carácter. Trágica sin dejar de lado lo cómico, áspera pero con intensos toques de lirismo, enfangada en una realidad casi obscena y a la vez impregnada de catolicismo, con una dirección descarnada pero elegante. Música de Bach y excelentes interpretaciones para una obra que mantiene en buena parte su capacidad de fascinación.
  • Auténtico taquillazo en Alemania y el resto de Europa, esta historia no es solo una entretenida y original comedia, sino también un agridulce retrato de las renuncias personales que conllevó aquel momento histórico. Ojo: que nadie espere análisis político ni alta sociología. Se trata únicamente de una visión creíble de un fragmento de la realidad, que basa toda su fuerza en una idea brillante, la evolución del protagonista, las convincentes interpretaciones (excelente Brühl) y un enorme respeto, que se agradece especialmente, por la visión de aquel tiempo de los antiguos habitantes de la R.D.A. Muy recomendable.
  • Todo o nada (2002)
    La última película del siempre interesante Mike Leigh ha despertado un entusiasmo casi unánime entre la crítica. Sin embargo, “Todo o nada” está lejos de la maestría de “Secretos o mentiras”, de la fuerza de “Naked”, y del encanto de “Chicas de hoy en día”. Nada que objetar a la dirección o a los soberbios actores, pero sí al guión. Esta historia acerca de un matrimonio en crisis abusa del tremendismo (vayan anotando: hay alcoholismo, trabajo precario, dificultades económicas, malos tratos, adolescentes embarazadas, enfermedades, incomunicación, trastornos alimentarios... todo muy bien contado, eso sí). Pero, lo que es más grave, comienza relatando dos historias auxiliares que de repente se esfuman de la pantalla, como si hubiesen desaparecido en la mesa de montaje. La película se ve bien, especialmente por la conmovedora interpretación de la pareja protagonista y todos los secundarios, pero cuando termina es difícil no pensar aquello de: “yo me esperaba más...”
  • U-571 (2000)
    Dentro del subgénero bélico de las películas de submarinos no hay mucho margen para la originalidad. Con un argumento medianamente trenzado y la tensión que genera la claustrofobia, la cosa va servida. “U-571” no se sale un ápice de estas premisas: II Guerra Mundial, americanos duros, alemanes tontos, misión complicada, abajo periscopio, 500 pies y bajando, torpedos listos y cargas de profundidad. No aburre, pero el esquematismo argumental y lo inverosímil de las situaciones le restan interés. Desaprovechadísimo Keitel.
  • La piscina (1969)
    Una pareja pasa el verano en una casa de campo; inesperadamente aparece un amigo, antiguo amante de ella, junto a su bella hija de dieciocho años. En torno a la piscina de la casa comienzan a surgir los celos, las sospechas y las miradas cruzadas, con un inesperado desenlace. A medio camino entre el policiaco y el drama psicológico, la película obtuvo un gran éxito en su época, al que sin duda contribuyó el inmenso atractivo de su trío protagonista, Schneider, Delon y Birkin. El estilo de Deray es excesivamente pausado –el filme tarda mucho en arrancar-, y la pretendida profundidad de los planos a veces se queda en un esteticismo algo naïf, pero mantiene el pulso y se ve con interés.
  • Elegida por los críticos españoles como la mejor película de los ochenta, "Dublineses" es una de esas joyas que hace de la simplicidad y la transparencia su mejor virtud. Huston eligió el soberbio relato de Joyce para realizar su testamento cinematográfico, un film lleno de sinceridad y nostalgia con un final tan inesperado como conmovedor. Talento, humildad y emoción para una obra maestra absoluta, un oasis de clasicismo hollywoodiense a finales de la peor década de la historia del cine americano.
  • En los años sesenta el Free Cinema inglés, al igual que la Nouvelle Vague, retrató a menudo la juventud de su época, centrándose especialmente en sus elementos más conflictivos, su relación con una sociedad que detestaban, y los métodos educativos, represivos y obsoletos, con los que ésta intentaba reeducarlos. Tres años más tarde que "Los 400 golpes", del francés Truffaut, pero seis antes de "If...", de su compatriota Anderson, Richardson dirigía esta excelente obra, en la que un joven internado en un reformatorio desahoga su frustración y rabia corriendo. La magnífica interpretación de Courtenay, el inteligente intercalado de flash-backs para contar la vida anterior del protagonista, y la contundente dirección de Richardson se quedan en la retina. El final, sencillamente impecable.
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