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Chagolate con churros rating:
7
Drama. Adventure A humble and simple Takezo abandons his life as a knight errant. He's sought as a teacher and vassal by Shogun, Japan's most powerful clan leader. He's also challenged to fight by the supremely confident and skillful Sasaki Kojiro. Takezo agrees to fight Kojiro in a year's time but rejects Shogun's patronage, choosing instead to live on the edge of a village, raising vegetables. He's followed there by Otsu and later by Akemi, both in ... [+]
Language of the review:
  • es
April 28, 2009
19 of 22 users found this review helpful
NOTA: englobo aquí la trilogía completa

Hablando de la trilogía de Yamada, hablé de la red comunicante entre el western y el cine de samuráis. En la trilogía de Inagaki, voy a inventarme otra comunicación: James Stewart y Toshirô Mifune. Y no sólo diré que ambos crean vínculos comunicantes porque están entre los cinco mejores actores de la historia del cine, sino que diré que el personaje-héroe Takezo (Mifune) de la trilogía de Inagaki mantiene una estrecha similitud con el personaje-héroe (en singular) creado por James Stewart para Anthony Mann en cualquiera de sus cinco western-colaboraciones.

Son estos personajes, rudos y valientes, con pasados oscuros y loables intenciones. Personas que suelen anteponer su felicidad a ciertos valores y que nos muestran un héroe completamente diferente al héroe perfecto por antonomasia. Aquel que disfrute con Stewart en esos complejos papeles de dudosa moralidad, entenderá perfectamente al Takezo que nos muestra Inagaki. Un samurai hecho a sí mismo, lleno de aristas y demasiado complejo para saber ser feliz.

Mifune encandila la pantalla porque su naturalidad no conoce límites, y da lo mismo que tipo de papel desarrolle. Durante esta trilogía, en el largo caminar que trasforma al aldeano Takezo en el samurai Musashi Miyamoto podemos comprobar como su caracterización se trasforma, no sólo verbal o gestual, sino también percibimos un tratamiento diferente de la cámara de Inagaki con el personaje.

La complejidad de la saga estriba en que, si bien básicamente, cuenta la historia de la progresión de un samurai, Inagaki sabe trenzar de manera brillante otras subtramas en la historia que van enredando la vida de Takezo. La mujer, símbolo de la debilidad masculina en la sociedad feudal japonesa, ejerce en el alma de Takezo dolor y tormento. Es el contrapunto a la libertad que está experimentando pero al mismo tiempo (de ahí la complejidad de estos personajes-héroes) es en las escenas con su amada Otsu (Kabru Yachigusa) donde Takezo parece recuperar un equilibrio entre cuerpo y mente. Tanto en el brillante, hermoso y sobrecogedor cierre de la primera parte (la despedida del puente) en la segunda parte (al lado del río) como en el mar de la tercera parte, el “yin” Otsu completa el “yan” de Takezo. Y en las tres partes está el agua purificadora de por medio.

Lástima es que Inagaki no consiga mantener la tensión durante el metraje (algo que si hace Mann en sus westerns) y sobre todo, que su fotógrafo no sepa manejar algunas de las escenas más impactantes de la trilogía, como son las nocturnas. Durante la saga, apreciamos (o mejor dejamos de apreciar) nulidad a lo hora de firmar todo lo que acontece en horas de escasa luz solar. Incluso vemos una diferencia abismal entre las diferentes cámaras usadas por Inagaki a lo hora de filmar estas escenas, observando planos y contraplanos con diferente luminosidad.

(Abrónchense los cinturores porque esto continúa).
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details. View all
Chagolate con churros
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