Ya las culturas clásicas solían discutir sobre la belleza y su utilidad. Así mientras los griegos consideraban lo bello útil los romanos, tan pragmáticos ellos, consideraban que lo útil era lo bello.

Cinematográficamente hablando parece que Sofía Coppola se inclina más por la escuela griega. Sus películas siempre se centran en utilizar la belleza estética, por encima de cualquier otra consideración o argumento, como vehículo de transmisión de sensaciones o ideas.

Este sentido esteticista adquiere mayor peso si cabe en María Antonieta. Se opta por hablar de la intrahistoria y por ello, en lugar de relatar los sucesos que desembocaron en la Revolución Francesa, prefiere centrarse en el microuniverso cerrado que constituye la vida de la reina.

En vista de lo poco interesante que había que contar todo se reduce a una sucesión de anécdotas, de eventos, de la vida cotidiana que basicamente consistía en comer, dormir, intentar procrear e ir de fiesta en fiesta.

Para ello se recurre a una ambientación espectacular, que combina la rigurosidad decorativa y la minuciosidad por el detalle con el anacronismo histórico. Todo con la pretensión de convertir a María Antonieta en una especie de mártir de la modernidad, una precursora que las jovenes de hoy pudieran imitar en cuanto a ser una fashion victim, su gusto por la música indie, su superficialidad naïf y su hedonismo existencial como forma de vida.

El problema que se genera en la película es que, a pesar de que es precisa en el retrato estético y extremadamente bella en cuanto a su plasmación visual, no deja de ser un retrato manipulado y manipulador, fuertemente partidista y sobre todo muestra una absoluta incapacidad para transmitir absolutamente nada. Está tan hueca y tan vacía de toda empatía como la propia vida de la reina.

No se sabe pués, quién tenía razón, si los griegos o los romanos; lo que sí parece evidente es que los epígonos de la modernidad como Sofía Coppola no la tienen, o al menos no la tendrán mientras sigan pensando que con ser guapo todo vale y sigan obviando que, a día de hoy, sigue existiendo algo más interesante que la belleza: la inteligencia.

Lo mejor: Su ambientación.
Lo peor: Su intrascendencia.