Al igual que Jongsu, sin tener nada claro el porqué, el espectador quedará atrapado, como lo haría una mosca sobre una telaraña; pero sin poder negar una fascinación y peligrosa curiosidad (en el caso de nuestro joven incauto de la pantalla) que impedirá el despegue y la posibilidad de salir volando o corriendo (opciones válidas tanto para el protagonista como para el mirón de butaca de las peripecias de este singular trío coreano).

Basándose en un relato del japonés Murakami; el cineasta, novelista y guionista, que también fue ministro de cultura en su pais, y que cuenta con seis largometrajes (entre 1997 y 2018) muy apreciados por la crítica, nos traslada a un escenario que aunque simule ser cotidiano, está envuelto en una atmósfera asfixiante; como si los fuegos, que están por llegar, se hubieran iniciado mucho antes en el interior de los señalados por un destino incierto.

Los dos muchachos (Jongsu y Haemi) a merced de un arácnido caprichoso y cautivador (Ben) experimentarán en carne propia el gradual ataque a su inmadura personalidad, agitada por un cóctel de envidias, celos, ambiciones y búsquedas cegatas.