"Polar Express" no engaña a nadie: es un filme infantil, sencillo, sensible (sensiblero, si se quiere) y espectacular.

Porque, se mire como se mire, el ejercicio tecnológico que realiza Zemeckis es impresionante. Tal vez ahora no sea comprendido (como le pasó a "Tron" hace algunos años), pero está claro que el cineasta estadounidense se atreve a cambiar el audiovisual a través de la digitalización, abriendo nuevos caminos para el cine del futuro.

Nota: se recomienda ver la versión IMAX 3-D para entender la magnitud del experimento Zemeckiano. Se asemeja más a un parque de atracciones cinematográfico que a una película.

No sean tan duros con Zemeckis: está lidiando con tecnologías incipientes. Que haya elegido una historia sencilla y accesible es lógico.

Pero... ¿Y cuando la aplique con historias adultas?

Esperen y verán.