Mira que me gusta Garland como director de largos. Así que me interesaba muy mucho ver qué podría hacer con una miniserie como la que nos ocupa, tan bien acabada como de autor.

Y el saldo es... irregular. Para mi al menos. Entre otras cosas, porque la duración hace salir a la luz algunas características de lo que hace Garland - el tiempo se acaba volviendo parsimoniosamente moroso, la frailada cerebral de los comportamientos - casi propia de un Takeshi Kitano cualquiera - se nota como impostada. Y el material, pese a sus inteligentes disquisiciones, no es tan sesudo como pretende. Al fin y al cabo, esto acaba siendo una historia sobre demiurgos, predestinación y tecnología de poder cada vez mayor, con no pocas pretensiones y un uso de la vaguedad explicativa tan buscado como puñetero -- evocación, un uso rebuscado de la banda sonora, frase creadas con gravitas de nivel extremo (no muy lejos de lo que se vería en un Westworld, solo que con algo más de calidad) y unos personajes demasiado gélidos.

¿Serie de autor? Sin duda. ¿Sesuda? Lo pretende. ¿Lo logra? No lo sé. ¿Compleja? No tanto -- o al menos no tanto como lo que intenta vendernos. A ver qué hace Garland. Pero, de seguir por este camino, se puede acabar convirtiendo en un Jonathan Nolan de ritmo casi Tarkovskiano.