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Alina_Cat rating:
5
7.3
80,699
Comedy. Romance. Fantasy
A slightly bohemian american writer (Owen Wilson) arrives with his fiancee (Rachel McAdams) and her parents to Paris. As he wanders the streets dreaming of the 1920s, he falls under one spell, and then the magic happens: at midnight somewhere in the Latin neighborhood, our hero travels into another universe where he will meet people who never expected.
Language of the review:
- es
September 17, 2011
8 of 12 users found this review helpful
Nunca he sido fan de Woody Allen (más que nada, porque películas suyas he visto más bien pocas). Aunque he de reconocer que Vicky Cristina Barcelona me conquistó sutilmente. La temática era razonablemente parecida a la de Midnight in Paris: crisis existenciales y de pareja analizadas desde una focalización serena y natural. Sólo que segundas partes nunca fueron buenas y, la medianoche… pues eso, a medias se quedó.
El motivo central de Midnight in Paris es ciertamente interesante. Se trata de la eterna insatisfacción humana del sublime artista visionario irreparablemente desencantado con el mundo en el que le ha tocado vivir y que se evade aferrándose a la errónea idealización de un pasado glorioso (los parisinos años 20, en este caso). Es comparable a la filosofía que se desprende de una de las coplas de Jorge Manrique, sólo que el mensaje de Allen es sustituir “cualquier tiempo del pasado fue mejor” por un “cualquier tiempo del pasado fue igual que éste”. ¡Cuánta inoportuna nostalgia nos provoca el anhelar lo etéreo! La película, finalmente, convida a disfrutar los breves y limitados placeres del presente. Resulta una auténtica lástima que un trasfondo tan potente, que podía haber dado tanto de sí, esté tan mal explotado. La gravedad del tema no cuaja ni por un instante con las escenas de humor genuinamente norteamericano y comercial, de modo que la idea original es desperdiciada por un desarrollo que no llega a estar a la altura. El lamentable resultado no es otro que una película descabezada, heterogénea, incalificable, un peligroso e insensato corta y pega, un film heteróclito que toma elementos de aquí y de allí indiscriminadamente y que, quizás por eso mismo, responde a la marca de su excéntrico director.
Y nunca he visto un protagonista peor elegido. Ewon Wilson está muy bien para las comedias, pero que un hombre cuya vocación es más de payaso que de actor finja sentir las profundas inquietudes de un escritor de hoy en día deja mucho que desear. No convence. Yo le cambiaría una vocal y me quedaría con Ewan (el Ewan McGregor de Moulin Rouge). El resto del reparto es aceptable, excepto la floja y poco convincente actuación de Carla Bruni en un plano secundario, que contrasta enormemente con la magnífica, sublime y siempre acertada Marion Cotillard (cuesta olvidar su delicioso “So, ¿goodbye, Gil?” en una de las escenas finales). Además, un entretenido abanico cultural de personalidades de principios de siglo XX dota de gracia al film: Hemingway (que no pestañea cuando habla, por cierto), Picasso, Dalí (y su extraña obsesión por los rinocerontes), los Fitzgerald, una perspicaz pero familiar Gertrude Stein…
(continuo en spoilers por falta de espacio)
El motivo central de Midnight in Paris es ciertamente interesante. Se trata de la eterna insatisfacción humana del sublime artista visionario irreparablemente desencantado con el mundo en el que le ha tocado vivir y que se evade aferrándose a la errónea idealización de un pasado glorioso (los parisinos años 20, en este caso). Es comparable a la filosofía que se desprende de una de las coplas de Jorge Manrique, sólo que el mensaje de Allen es sustituir “cualquier tiempo del pasado fue mejor” por un “cualquier tiempo del pasado fue igual que éste”. ¡Cuánta inoportuna nostalgia nos provoca el anhelar lo etéreo! La película, finalmente, convida a disfrutar los breves y limitados placeres del presente. Resulta una auténtica lástima que un trasfondo tan potente, que podía haber dado tanto de sí, esté tan mal explotado. La gravedad del tema no cuaja ni por un instante con las escenas de humor genuinamente norteamericano y comercial, de modo que la idea original es desperdiciada por un desarrollo que no llega a estar a la altura. El lamentable resultado no es otro que una película descabezada, heterogénea, incalificable, un peligroso e insensato corta y pega, un film heteróclito que toma elementos de aquí y de allí indiscriminadamente y que, quizás por eso mismo, responde a la marca de su excéntrico director.
Y nunca he visto un protagonista peor elegido. Ewon Wilson está muy bien para las comedias, pero que un hombre cuya vocación es más de payaso que de actor finja sentir las profundas inquietudes de un escritor de hoy en día deja mucho que desear. No convence. Yo le cambiaría una vocal y me quedaría con Ewan (el Ewan McGregor de Moulin Rouge). El resto del reparto es aceptable, excepto la floja y poco convincente actuación de Carla Bruni en un plano secundario, que contrasta enormemente con la magnífica, sublime y siempre acertada Marion Cotillard (cuesta olvidar su delicioso “So, ¿goodbye, Gil?” en una de las escenas finales). Además, un entretenido abanico cultural de personalidades de principios de siglo XX dota de gracia al film: Hemingway (que no pestañea cuando habla, por cierto), Picasso, Dalí (y su extraña obsesión por los rinocerontes), los Fitzgerald, una perspicaz pero familiar Gertrude Stein…
(continuo en spoilers por falta de espacio)
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Pese a la disparidad de la película, no miré el reloj ni una sola vez (pensándolo bien, quizá el truco del director era engañar en el tiempo a ambos lados de la pantalla). El toque maestro es, sin duda, la banda sonora, una deleitosa combinación de jazz y swing, terreno donde Allen no suele fallar. Midnight es fácil de ver, pero de ahí no pasa. El narcótico sólo dura 111 minutos. En las horas posteriores, la magia se evapora y ves que las cosas no acaban de estar en su sitio y que, además, todo huele a promoción francesa. No pude evitar pensar en Ángeles y Demonios y en la descarada propaganda que se hizo de la legendaria Roma en su momento. Y mis sospechas se afilan al unir hilos con Vicky Cristina Barcelona. Midnight in Paris, titulada en el idioma original (“Medianoche en Paris” debía de sonar poco chic para la ocasión) se sitúa al mismo nivel, presentando durante dos tediosos minutos iniciales el Paris de Viajes El Corte Inglés, una visita virtual encandiladora y predecible por las calles de la ciudad de las luces (o de l’amour, si lo prefieren). De fondo, la canción que interpreta al piano Cole Porter convida con su Let’s do it, let’s fall in love a suspender el sentido crítico y dejarnos seducir por la parisina medianoche. Pero no, otra vez será.