Posiblemente pueda confundirse con una comedia sociopolítica con el disfraz del falso documental por su dirección y su realización audiovisual, pero realmente Sacha Baron Cohen pretende exponer la cultura dominante de los EEUU como un país lejos de ser el país imperialista mundialmente reconocido y ponerlo a la altura de otro con un sentido del convencionalismo y de la rigurosidad demasiado paródicos.

A medida que transcurren los diferentes momentos que vive Borat, la sociedad norteamericana se describe de forma abierta y fluida, sin concesiones; más que un ejercicio comparativo entre Estados Unidos y Kazajistán, esta road-movie se convierte en una parodia hacia las barras y las estrellas y a su compromiso progresista y moderno.

Es una sátira que, de forma explícita y sin tapujos se dirige al espectador para servir ese humor socarrón y desinhibido con el objetivo de establecer un retrato sobre la cultura estadounidense. En su clímax, Sacha Baron Cohen intenta transmitir la idea de que los valores culturales que se pueden adquirir de los americanos no son tan distintos a los que se puede pensar, al fin y al cabo la batalla entre Oriente y Occidente por la superioridad moral carece de sentido, pues sólo cambia la perspectiva con la que se comparte la visión ofrecida por ambas.