El 6 de julio de 2008 se escribió una de las más bellas páginas del mundo del tenis, una final de Wimbledon entre Rafa Nadal y Roger Federer, dos de los tenistas más laureados de la historia -42 torneos del Grand Slam entre los dos, 20 Roger y 22 Rafa- y que está considerada, junto a la también mítica final de Wimbledon en 1980 entre Borg y McEnroe, como uno de los mejores partidos en la historia del tenis.

Roger parecía destinado a dominar el tenis mundial como nunca antes lo había hecho nadie. Juntaba la elegancia de Borg, la eficacia en el saque de Sampras y algunos toques de clase de Rod Laver. Hasta 2008 había ganado 5 torneos de Wimbledon consecutivos pero...los dioses pusieron en el circuito ATP a un joven español con aspecto de gran jefe apache llamado Nadal.

El juego de Nadal tampoco había conocido precedentes en tierra batida. Juntaba la fuerza mental de Connors, la capacidad de devolver bolas imposibles de Vilas y la sabiduría para encontrar soluciones a situaciones adversas de McEnroe. En 2008 había vencido a Federer en la final de Roland Garros por 6-1; 6-3 y 6-0 en lo que era su 60ª victoria consecutiva en tierra batida.

Y así llegaron los dos a Wimbledon, la meca del tenis. La ventaja teórica estaba del lado de Federer, con un juego en hierba que parecía imbatible. Nadal intentaba imponer su estilo de juego desde el fondo de la pista que le hacía invencible en tierra, pero pocos creían que con ese tipo de juego pudiera evitar el sexto triunfo consecutivo del genio suizo en la hierba londinense.

Y llegó la final. Rafa empezó jugando a un nivel excelso y se apuntó los dos primeros sets por 6-4. Cualquiera que no fuera Federer se hubiera dejado llevar, pero el helvético decidió que si perdía esa final sería escribiendo una oda al tenis...y el resto forma parte de las grandes leyendas del mundo del deporte.

Precioso reportaje para homenajear a ese duelo inolvidable.