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Spain Spain · Valencia
Carorpar rating:
6
Adventure. Action Set in 1935, a professor, archaeologist, and legendary hero by the name of Indiana Jones is back in action in his newest adventure. But this time he teams up with a night club singer named Wilhelmina "Willie" Scott and a twelve-year-old boy named Short Round. They end up in an Indian small distressed village, where the people believe that evil spirits have taken all their children away after a sacred precious stone was stolen! They also ... [+]
Language of the review:
  • es
July 3, 2023
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Fue gracias a películas como las que integran la saga «Indiana Jones» que Steven Spielberg se convirtió en el «Rey Midas de Hollywood». Dotado de un olfato comercial y un sentido del espectáculo pocas veces vistos, el realizador de Cincinnati supo adaptar los pulquérrimos códigos clásicos en que se había formado a los gustos adolescentes de las multisalas de los ochenta para dar a luz un tipo de cine que gustará más o menos —especialmente a los puristas—, pero que como fuente de entretenimiento resulta inapelable.
«Indiana Jones y el templo maldito» se erige en ejemplo palmario de lo antedicho. Si con «En busca del arca perdida» («Raiders of the Lost Ark», 1981) Spielberg reinventaba el cine de aventuras y Harrison Ford reconfiguraba el arquetipo a partir de una caricatura socarrona del mismo, aquí abundan ambos en los hallazgos de aquélla, exagerándolos si se quiere. Sin renunciar al desenfadado espíritu «pulp» que alentaba en su predecesora, «Indiana Jones y el templo maldito» hace honor a una generosa inyección presupuestaria: todo en ella es más grande y ruidoso — aún mayor lo será en «Indiana Jones y la última cruzada» («Indiana Jones and the Last Crusade», 1989)—, las escenas de acción se suceden sin darnos un minuto de respiro y Harrison Ford se mueve con igual soltura con el fedora y el látigo que en un smoking a medida, confirmando la idea de que su personaje mezcla a James Bond con Allan Quatermain y los pone a hablar con acento americano.
Me dirán que el argumento se resiente de la proliferación de guantazos, corazones arrancados, artrópodos, sesos de mono, persecuciones, saltos en paracaídas —sin paracaídas (!)— y un largo etcétera de gags que se pasan las leyes de la física por las tumbas etruscas. Y no les faltará razón. Ahora bien, la película es rabiosamente divertida y durante sus dos horas de metraje —que se pasan en un suspiro— volvemos a ser los niños que nunca seremos de nuevo. Conque, vaya, me van a disculpar, pero me parece que el argumento, aquí, es lo de menos.
Carorpar
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