El director C. Urueta sabe crear al comienzo de la película una atmósfera propicia para que los hechos ilógicos cobren sentido porque combina fantasía y realidad como si fueran cómplices.
La narrativa resulta directa, sin artificio -e incluso sencilla- a pesar de no estar exenta de cierta complejidad conceptual.
La tensión se desliza sobre la pantalla proporcionando un punto de intriga que exige atención, a lo cual también contribuye una poderosa banda sonora.
Lástima que la ingenuidad de los efectos especiales o el gusto por ciertas metamorfosis -tan innecesarias como poco afortunadas- resten entidad cinematográfica al conjunto.