Al establecer relación directa con el sentido de pertenencia del espectador, T. Sherdeman asegura el éxito de su guión porque allí se encuentra ese espacio íntimo y personal en cuyo interior reside la aceptación o el rechazo por parte del público.

El resto resulta sencillo.
Un magnífico director (G. Douglas) contribuye con sus dotes sobradamente probadas y el elenco de actores penetra en sus respectivos papeles con esa suficiencia que siempre se requiere.

Los títulos de crédito avalan la profesionalidad por parte de todos y la filmación lo demuestra.