El fragmento de nueve minutos que se conserva en la actualidad ofrece una buena oportunidad para contemplar a G. Garbo en pleno esplendor de su carrera en el cine mudo.
La situación está bien planteada, los personajes correctamente definidos y el tono general de la filmación tiene soltura, credibilidad y una interpretación irreprochable.
Se aprecia también la profesionalidad y la desenvoltura en el buen hacer cinematográfico del director V. Sjostrom que con sencillez resuelve la escena de una forma concisa y eficaz.

A la mujer divina le gustaba la cámara y la cámara conseguía llevar al celuloide todo el brillo de la estrella.