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8
7.2
43,619
Language of the review:
- es
July 19, 2010
234 of 276 users found this review helpful
“Y si me lo permiten, me gustaría quedarme a ver la película con ustedes, ya que aún no estoy del todo seguro de haber entendido el final.” Así terminó Jaco Van Dormael la presentación de su último trabajo en la última edición del Festival de cine de Sitges. Un Auditori abarrotado hasta los topes le rió la broma, pero a los pocos minutos de proyección las sonrisas fueron borrándose paulatinamente de nuestras caras, pues lo que había dicho unos minutos antes nuestro maestro de ceremonias quizás iba más en serio de lo que en un principio parecía. En efecto, cualquier sinopsis que lean del filme podrá ser considerada tan válida como incorrecta, puesto que después de haber visto la película, queda claro que hay incontables maneras de acercarse a ella.
Es más, recuerdo que al salir de la sala de cine mis principales dudas giraban entorno a si ‘Las vidas posibles de Mr. Nobody’ era una película que me había hablado largo y tendido sobre la familia, la memoria, el amor, el azar (lo que va siendo la vida... casi nada) o que simplemente me había tomado el pelo de la forma más espectacular imaginable. Sea como fuere, y poniéndonos en la peor de las situaciones, hay que admitir que es una auténtica gozada el que a uno le enreden como lo hace este gran director belga. Para ello, coge pizcas de sus anteriores filmes (la sensibilidad de ‘El octavo día’ con algunos fragmentos concretos, especialmente los concernientes a la infancia del protagonista, que parecen directamente importados de su brillante ópera prima, ‘Totó el héroe’) para construir un nuevo monstruo, completamente autónomo y fascinante en casi todos los sentidos.
Sin entrar en desencriptaciones del mensaje de Van Dormael (quizás por miedo a aventurarnos por terrenos demasiado empantanados), si por algo se caracteriza a primera vista esta formidable película es por el bombardeo sensorial al que somete al público durante más de dos horas. Excelente recopilación musical y un dominio magistral de todos los recursos visuales concebibles. Es como si se nos quisiera sorprender con cada pieza del puzzle, lo cual es ideal para que no aparezca la frustración en el más que probable caso de que éste no nos acabe encajando del todo. Todo parece calculado al milímetro para que el espectador se quede boquiabierto. Ya se nos puede hablar del mágico mundo de donde procedemos todos nosotros con la partitura de Hans Zimmer sonando de fondo, o mezclar uno de los momentos más acaramelados de la temporada con los Pixies (hasta esta combinación imposible sienta bien), o contarnos los deseos caprichosos del destino, mientras la dulce de voz de Buddy Holly acompaña una ilustración del efecto mariposa.
Es más, recuerdo que al salir de la sala de cine mis principales dudas giraban entorno a si ‘Las vidas posibles de Mr. Nobody’ era una película que me había hablado largo y tendido sobre la familia, la memoria, el amor, el azar (lo que va siendo la vida... casi nada) o que simplemente me había tomado el pelo de la forma más espectacular imaginable. Sea como fuere, y poniéndonos en la peor de las situaciones, hay que admitir que es una auténtica gozada el que a uno le enreden como lo hace este gran director belga. Para ello, coge pizcas de sus anteriores filmes (la sensibilidad de ‘El octavo día’ con algunos fragmentos concretos, especialmente los concernientes a la infancia del protagonista, que parecen directamente importados de su brillante ópera prima, ‘Totó el héroe’) para construir un nuevo monstruo, completamente autónomo y fascinante en casi todos los sentidos.
Sin entrar en desencriptaciones del mensaje de Van Dormael (quizás por miedo a aventurarnos por terrenos demasiado empantanados), si por algo se caracteriza a primera vista esta formidable película es por el bombardeo sensorial al que somete al público durante más de dos horas. Excelente recopilación musical y un dominio magistral de todos los recursos visuales concebibles. Es como si se nos quisiera sorprender con cada pieza del puzzle, lo cual es ideal para que no aparezca la frustración en el más que probable caso de que éste no nos acabe encajando del todo. Todo parece calculado al milímetro para que el espectador se quede boquiabierto. Ya se nos puede hablar del mágico mundo de donde procedemos todos nosotros con la partitura de Hans Zimmer sonando de fondo, o mezclar uno de los momentos más acaramelados de la temporada con los Pixies (hasta esta combinación imposible sienta bien), o contarnos los deseos caprichosos del destino, mientras la dulce de voz de Buddy Holly acompaña una ilustración del efecto mariposa.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Ciertamente se podría explicar todo de una manera mucho más sencilla, pero no tendría ni la mitad de gracia. A fin de cuentas, estamos ante una película río (que sin duda lleva este concepto clásico a otro nivel), por eso entra dentro de nuestros planes exigirle al producto un mínimo de ambición. Y a fe que la tiene. La prueba de ello es que tras haber dejado reposar el filme durante meses, todavía no sabría decir qué meta final se fijó Van Dormael con este cuento de proporciones faraónicas. Construir una historia épica de amor (¿recuerdan aquello de “cruzar océanos de tiempo” para encontrar al ser amado? Digamos que de esto el Sr. Nobody sabe mucho); darnos lecciones vitales; invitarnos a perdernos por el espacio y el tiempo en un laberinto colosal cimentado en la constante toma de decisiones que es la vida...
A mí todas las opciones me valen, porque todas dejan un excelente sabor de boca. De modo que no me decanto por ninguna en especial, ya que si algo hemos aprendido de este inconfundible “don nadie”, es que esto significaría darle la espalda a las demás. Y ya habrá tiempo luego para los análisis más profundos. Lo importante ahora es rendirse ante el talento apabullante de Van Dormael, que con los medios necesarios parece haber encontrado el punto perfecto para que su fórmula subjetivista que lleva pregonando durante toda su carrera, carbure al máximo. ¿Ciencia-ficción sesuda o galimatías fantástico? Una pizca de ambos... y un fuertísimo aroma a cinta de culto; a clásico moderno del género. Tengan por seguro que a esta película le saldrán admiradores de debajo de las piedras. Servidor no tiene ningún reparo en confesarse como uno de ellos.
A mí todas las opciones me valen, porque todas dejan un excelente sabor de boca. De modo que no me decanto por ninguna en especial, ya que si algo hemos aprendido de este inconfundible “don nadie”, es que esto significaría darle la espalda a las demás. Y ya habrá tiempo luego para los análisis más profundos. Lo importante ahora es rendirse ante el talento apabullante de Van Dormael, que con los medios necesarios parece haber encontrado el punto perfecto para que su fórmula subjetivista que lleva pregonando durante toda su carrera, carbure al máximo. ¿Ciencia-ficción sesuda o galimatías fantástico? Una pizca de ambos... y un fuertísimo aroma a cinta de culto; a clásico moderno del género. Tengan por seguro que a esta película le saldrán admiradores de debajo de las piedras. Servidor no tiene ningún reparo en confesarse como uno de ellos.