Da la sensación de que es la buena labor del equipo de guionistas estadounidenses (entre los que Ben Hecht e Irwin Shaw son los nombres más conocidos) la que consigue que esta producción comercial italoamericana pueda ser considerada una verdadera adaptación, si no fiel sí claramente reconocible, de La Odisea de Homero. Con los mínimos efectos necesarios para mantener la fascinación de los relatos originales, desfilan en la pantalla las peripecias de un Ulises amnésico que se deja cuidar por la joven Nausicaa hasta que recuerda su identidad y con ella, su salida de Troya, su cómodo cautiverio en los dominios y los brazos de la maga Circe, el rechazo del ofrecimiento que ésta le hace de convertirle en dios, su paso atado al mástil por las cercanías de las tentadoras sirenas, su conversación en el Hades con los difuntos Agamenón y Aquiles y –quizá el episodio más conseguido- el encuentro con el cíclope Polifemo devorador de hombres. Además, el trepidante final resulta tan propio de las exigencias peliculeras como ajustado al relato de Homero. Ningún guionista de hoy en día podría permitirse el lujo de respetar de esta forma un texto clásico y si lo hiciera, ningún productor se lo consentiría: demasiado riesgo para el negocio.