Los hermanos Farrelly son unos directores que tuvieron un gran éxito con algunas películas que crearon en los 90, y eso produjo que se le coronara como reyes de la comedia en ese momento. Pero claro, no es justo que se defienda todo lo que hacen simplemente porque es de los hermanos Farrelly.
Porque la verdad, es que estos directores tienen más fracasos que aciertos; y eso hace que no confíe mucho en su criterio para hacer cine. Así que hay películas que me parecen divertidas dentro de su humor absurdo como "Dos tontos muy tontos" o "Algo pasa con Mary", pero hay otras que lo absurdo se queda de lado y pasa ya a lo chabacano y a lo estúpido.
En esta ocasión nos encontramos ante un claro ejemplo de película que decepciona en casi todo, y por consiguiente hace que la carcajada no esté presente salvo en algunos momentos puntuales.
Su historia que puede parecer en un principio divertida, y que se le puede sacar mucho juego; al final se queda en algo mediocre y sin sentido, que se pierde en unas direcciones que desconciertan y no conectan ya que las escenas están muy mal planteadas, además de contar con una serie de personajes mal dibujados y creados que únicamente decepcionan.
Sin lugar a dudas lo mejor de todo es Jim Carrey. Es verdad que no es una actor que me entusiasme mucho, pero para personajes histriónicos de comedia es un genio. Es impresionante la capacidad que tiene para diferenciar a los dos personajes. Un diferenciación no solo vocal; sino que corporalmente su trabajo es sobresaliente, ya que uno es capaz de ver ese conflictos de los dos.
Junto a él nos encontramos ante una Renée Zellweger que empezaba ha abrirse camino en Hollywood. Es cierto que ya se le había visto en otras películas, pero todavía no llegaba a tener la fama actual. Su trabajo es simple y la verdad es que no aporta mucho, ya que su personaje no tiene mucho jugo ni sustancia.
Sí que hay algunos personajes secundarios puntuales que pueden hacer gracia, y que es donde uno puede apreciar esa locura de los hermanos Farrelly. Personajes como el enano negro y el loco albino son un claro ejemplo de ese mundo extraño y cómico que siempre exponen.
En fin, "Yo, yo mismo e Irene" es un film que no convence en mucho salvo la fantástica actuación de Jim Carrey y alguna escena puntual que realmente te hace reír. Pero dichas escenas no son muchas, y uno en todo momento busca esa comedia absurda que tanta fama les dio a estos directores. El problema es que esa búsqueda no es fructífera y acaba uno teniendo también un desdoblamiento de personalidad al sufrir con lo que uno le haría al guionista de este film.