En Arsene Lupin destaca una idea, a alguien se le prendió la lamparita y fue a buscar la pasta necesaria para llevarla a cabo. Absolutamente todo lo que vino después hundió la idea original.

Porque esta es la historia de un ladrón, pero lo curioso es que si el prota fuese un asesino, un mercenario, un policía corrupto o el mismísimo Indiana Jones...pues no habría diferencias. En principio este ladrón tiene nombre y apellido, nos lo presentan como alguien a destacar por su "hacer", su oficio. Y sin embargo sus métodos para hurtar elementos valiosos es demasiado burdo, casi inverosímil: está a la altura de un ladrón que cumple la función de extra en cualquier otra peli. Si esto se nos presentara como un desarrollo paulatino de su oficio, pues vale, asistiríamos a una evolución del personaje. No la hay.

En esta tremenda patinada contribuye toda la peli: está narrada de forma tosca, torpe, casi que no se toma en serio, pero la comedia, en ese caso, tampoco funciona. Las peleas, la acción en sí en vez de ser un elemento de narración dinámica se nos presenta como cortes abruptos, un montaje desprolijo de superposición atropellada de imágenes que generan la sensación de elipsis (¡!) cuando deberíamos sentirlas como avances fluidos de los actos.
Esta pega se traslada al ritmo de la peli, parece dirigida por un amateur ciego de entusiasmo.

No se salva casi nada, quizás, por descarte, su fotografía y maquillaje. Islitas sintéticas sobre agua salada e intomable.