Lukas falleció accidentalmente mientras exploraba una cueva con su hermano gemelo Elías (una de las primeras secuencias -no explícita- de la película). Elías se siente culpable, de manera que entierra el suceso en su inconsciente (como ocurre a veces con acontecimientos traumáticos en la infancia), y se sigue relacionando con una proyección psicológica de su hermano.

Sus padres están divorciados y Elías va a casa de su madre, a la que no ve desde hace tiempo. Ella, que es presentadora de TV, se ha sometido a una cirugía de rostro (min. 17) y está convaleciente. Su estado anímico -como es de suponer después de todo lo ocurrido- no es el mejor, y además no acepta la conducta patológica de su hijo.

Pero Elías vive como si su hermano virtual fuera más real que el resto de lo que le rodea, hasta el punto de poner en duda que la persona que convive con ellos sea su madre. Antes bien, cree que es una impostora, convicción que se ve reforzada cuando la desquiciada madre pierde los nervios en más de una ocasión y le somete a malos tratos.

Ello hace que Elías, incitado por la proyección de Lukas, decida torturarla para que le confiese dónde está su verdadera madre. A partir de ahí, los directores pierden el rumbo y la película cae en picado, alargando sin sentido escenas que carecen de interés (no es que la primera parte de la película sea para diez, pero al menos puede resultar interesante).

Lo único que podría llegar a sorprender al espectador sería el descubrimiento de la muerte de Elías al final de la película... si es que el maltratado espectador consigue formarse algún tipo de expectativa a partir de los escasos elementos insinuantes de la irregular narración.