Me he quedado impresionado por esta película, por todas sus escenas, por todas sus intrigas, por todos sus giros amorosos, por todos sus personajes todos tan entremezclados:
Ella, Louise Howell (Joan Crawford), me ha recordado durante toda la película a la Joan Fontaine de Rebeca, con sus problemas para quererse a sí misma y su obsesión por ser querida, a lo que hay que añadir, sus delirios, llenos de inteligencia, que la hacen dudar de las bondades de los dos hombres que, a lo largo de la película se relacionan con ella, a saber:
Primero.- Por un lado y en primer lugar, el pianista e ingeniero David Sutton (Van Hefflin), seductor y frío, al que ella acude pues, es el único hombre que existe en la especie de isla donde vive el otro protagonista de la película el adinerado Dean Graham (Raymond Massey), para el que Louise trabaja como enfermera de su esposa enferma, la cual muere en extrañas circunstancias, pues la película juega al engaño de si ha sido un suicidio o un crimen.
Y segundo.- Por otro lado y en segundo lugar, el ya nombrado adinerado Dean, el cual, una vez viudo, y empezando a sentirse mayor, le pide matrimonio a Louise, y al poco tiempo, contrata al joven David para trabajar en sus empresas petrolíferas, con lo cual David pasa a ser el empleado admirado por su jefe, el cual ignora que en el pasado su mujer y su empleado fueron novios.
A todo ello hay que sumar tres extremos, que cuento en el spoiler, pues desvelan detalles importantes de la trama. -Ver spoiler-
Y como no una fotografía perfecta, unas casas increíblemente grandes y bonitas y una música del siempre grande Franz Waxman, maravillosa.
Solo comentar que hay una escena que ha pasado a la historia del cine, o, por lo menos, está en los libros de cine negro que poseo, que el principio es impresionante y que encima toda la película es un gigantesco flash-back. Todo increíble.
Nota: 10 sobre 10.
Así que, no lean más críticas, y, música maestro, véanla y disfruten.