La que aseguran se trata de la película más cara de la historia de México, nos viene presentada en forma de melodrama clásico al que no le faltan ninguno de los ingredientes que caracterizan al género. Así pues, los amores, las pasiones, los odios y las traiciones se entremezclan en un argumento difícil de condensar en 107 minutos de metraje.

Siendo una película que respeta escrupulósamente las estructuras del drama romántico, tiene en el papel de la protagonista femenina su punto diferencial. Catalina, no es una mujer que acepte su condición de esposa sumisa al lado del cacique de turno. Aparca la sumisión a la que se supone debería permanecer ligada, para buscar su realización personal, su dignidad como mujer, en definitiva, su libertad ...

El film se beneficia de la correcta interpretación que realizan los dos actores principales. Tanto Daniel Giménez Cacho como Ana Claudia Talancón dotan a sus personajes de una gran credibilidad y logran esquivar con una habilidad notable los tics que podrían aproximar esta producción a los culebrones televisivos. Curiosamente, el principal hándicap al que se enfrenta la película es la dificultad de resumir todo el relato a los cánones de duración de un film convencional, cuando se le hubiera podido sacar mucho mejor provecho en una serie por capítulos. De esta forma, todo sucede demasiado acelerádamente, sin dar tiempo a ir asimilando las diferentes situaciones que se nos presentan y pasando muy fugazmente por aspectos que merecerían un tratamiento más desarrollado.

En definitiva, película correcta que no llega a ser brillante. Quizás se podría esperar algo más de un film con un alto presupuesto, pero sabe mantenerse digno en un género en el que de vez en cuando es fácil caer en la trampa de la cursilería.