Habiéndose labrado un reconocido prestigio en el género del terror autóctono, el cineasta catalán Jaume Balagueró nos ofrece un relato sobre un personaje psicópata que no puede soportar vivir rodeado de gente feliz. Interesante perfil que le permite regalar uno de esos papeles que son un caramelo a un actor como Luis Tosar, acostumbrado a firmar trabajos de los que perduran en la memoria.

El punto de partida es atractivo. La historia de un perturbado que tiene acceso a todas las viviendas de la finca en la que trabaja ofrece muchas posibilidades de reproducir escenas de una gran tensión, de crear angustia. Balagueró utiliza este recurso de manera mesurada, casi de la misma manera metódica con que César, el protagonista del film, elabora sus planes. Pero al igual que éste, comete algunos errores incomprensibles.

Básicamente, donde la película flojea más es en el guión, y es que la historia contiene demasiados elementos que la hacen poco creíble. Podríamos decir que al guionista se le va la mano en diferentes situaciones que se plantean a lo largo del film, lo que conlleva un cierto distanciamiento del espectador frente a lo que se le está explicando. De esta manera, todo el esfuerzo invertido en crear una tensión latente entre César y Clara, la vecina objeto de sus perversiones, resulta insuficiente, sobretodo en la parte final de la cinta, en la que las carencias argumentales resultan más evidentes.

Ahora bien, si se es capaz de hacer el esfuerzo de pasar por alto algunas incongruencias de guión, nos encontramos ante un thriller edificantemente sólido que logra poner los nervios de punta en diversos momentos. La ambientación tenebrosa del edificio donde se desarrolla la acción está muy bien conseguida, y la dualidad del personaje de César, con momentos en que casi logra que se sienta compasión por él, lo convierte ya en uno de los malvados por excelencia del cine español.