Volver a ver la interpretación de Romy Schneider ya justificaria el visionado de la pelicula de Bevilacqua pero la añadidura del momento histórico que refleja merece tener un poco de paciencia por esta cinta sin retoques de ordenador. Hay que dejarse llevar por la imágenes (algunas puros cuadros teatrales, como el féretro en el exterior de la fábrica o las cajas que caen al rio) y una banda sonora salpicada de momentos culminantes para, de golpe, dejar paso a una conversación escueta y dura entre los protagonistas de la historia. Varios mundos que coexisten, como en la actualidad, en una realidad laboral que no ha cambiado en exceso en medio siglo.