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Argentina Argentina · Buenos Aires
MatiasR rating:
10
TV Series. Thriller. Drama TV Series (2002-2008). 5 Seasons. 60 episodes. This unvarnished, highly realistic HBO series follows a single sprawling drug and murder investigation in Baltimore. Told from the point of view of both the police and their targets, the series captures a universe of subterfuge and surveillance, where easy distinctions between good and evil, and crime and punishment, are challenged at every turn. The first season concentrated on the ... [+]
Language of the review:
  • es
April 17, 2016
3 of 3 users found this review helpful
No pensaba escribir nada acerca de esta serie. No porque no lo mereciera, por supuesto. Sino porque creo que todo ha sido dicho (y escrito) sobre The Wire. Acerca de sus (muchas) virtudes, su impacto cultural, su tardío reconocimiento o su influencia en las series venideras. En esta página hay varias críticas que le hacen total justicia. Sin embargo, decidí dedicarle unas pocas líneas a modo de homenaje/agradecimiento por los grandes momentos que pasé al visionarla.

Si tuviera que describir a The Wire con una palabra (majestuosa no cuenta), creo que “ambiciosa” sería una de las más apropiadas. ¿Por qué? Pues porqué, cuando comencé a verla, no imaginaba que esta serie se animaría a tanto. Pensé que “sólo” era una muy buena historia policial. Y sí, lo era. Pero, también, muchas otras cosas más. En principio, una representación cruda y descarnada de un sistema corrupto, violento, injusto y decadente, que no sólo no funciona, sino que además atraviesa cada estrato social, cada institución, cada ámbito cotidiano, en el cual la impunidad, el narcotráfico, la “rosca” política y la desidia son el pan de cada día. Cada paso, cada esfuerzo puesto en la solución de algún caso implica una “batalla” extra contra la burocracia institucional, funcional a los mismos de siempre. Y hasta la mejor de las investigaciones puede derrumbarse con un solo movimiento descendente de un pulgar.

Otra palabra que define a esta serie es el “realismo”. Narrado con un estilo casi documental, The Wire es una andamiaje complejo, y perfecto, que no deja afuera ni un solo rincón de Baltimore:
-Las esquinas, territorio de interminable disputa entre bandas y la policía (“no es una guerra –dice el oficial Carver- porque las guerras terminan”).
-Las oficinas de la policía, donde importan más las estadísticas del crimen que los muertos que riegan las calles de la ciudad.
-El ayuntamiento del Alcalde, donde valen más las disputas por los gestos políticos y la imagen pública que solucionar los problemas de los ciudadanos. Y donde, también, de tanto en tanto, circula algún “billetín” del narcotráfico.
-Los tribunales, en los cuales algunos criminales “desfilan” y otros, de cuello blanco, se salvan impunemente.
-Los puertos, el punto de partida de todo el circuito.
-Las escuelas, que fallan en contener a chicos que provienen de realidades muy duras y están más preparadas para que los alumnos aprueben exámenes, que para ayudarlos con los problemas de su vida.
-Y las redacciones de los periódicos locales, en las que, a veces, es más redituable una mentira funcional, que una verdad incómoda.

Como si no bastara con esto, The Wire está plagada de personajes para el recuerdo. Algunos de ellos, tal vez, sin demasiado desarrollo individual, pero cada uno está perfectamente incluido en el entramado de la historia y, a su manera, aporta su gramo de complejidad a cada trama. Ninguno sobra. Todos son indispensables. Desde Jimmy McNulty, el toca-pelotas por excelencia, hasta el ridículo hijo de Frank Sobotka. De Freamon, el mejor policía de toda la serie, a el Mayor Valchek, quien “no reconocería trabajo policial ni aunque se le apareciera delante”. O los legendarios Omar Little, que juega “al gato y el ratón” con cualquier traficante, y los hombres detrás de la cortina: Stringer Bell y Avon Barksdale. Y me detengo acá, porque podría escribir dos críticas sólo para referirse a los personajes.

The Wire no sólo es una serie recomendable. Es una experiencia televisiva obligatoria, que hay que ver y vivir. Y luego de verla, hay que vivirla de nuevo. Es una obra maestra sin parangón. Que impacta por lo real y lo cercano de lo que se muestra. Una mirada sin tamices, ni edulcorantes de la vida cotidiana. La verdadera e indiscutida “reina” de este gran juego, que son las series de televisión.
MatiasR
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