Empezando por las buenas espectativas que tenía en la vuelta de Pizzolatto he de confesar que, al término del primer episodio, quedé confuso por el misterioso aroma que seguía llegando desde Carcosa y el hedor a corrupción que llegaba de Vinci. Ésta segunda entrega de la antología True Detective cambia por completo el panorama pantanoso, y hace por olvidar (sin mucho acierto) a los detectives Hart y Cohle para lanzarnos a la corrupción en todos los peldaños de poder de la ficticia Ciudad de Vinci.
El cadáver de Ben Caspere será el culpable de unir en ésta historia de investigación, traiciones e intereses, a personajes tan dispares y atormentados por igual como Ray Velcoro (Colin Farrell); detective de Vinci, el mafioso Frank Semyon (Vince Vaughn), la detective Bezzerides (Rachel McAdams) de la Oficina del Sheriff de Ventura y Paul Woodrugh (Taylor Kitsch), un agente patrullero de la Patrulla de Caminos de California.

Si afrontas ésta segunda temporada a la espera de encontrar ese misticismo enrarecido que Pizzolatto imprime en su primera entrega, sería recomendable que parases. Que volvieras junto a Rust y Martin a investigar por los pantanos, en busca del señor amarillo, y que olvidaras la corrupción vertida en los canales de la ciudad de Vinci. Si por el contrario vas con la mente en blanco y dejas espacio para nuevas historias, con más personajes implicados, y no caes en mi error de recordar lo ya visto, es probable que no vuelvas a casa con mal sabor de boca.

Para el caso. La historia que plantea ésta segunda temporada es, cuanto menos, compleja. Muchos implicados. Personajes mucho más oscuros e interiorizados; y al mínimo parpadeo se corre el riesgo perder el hilo de la historia.

Quizá, al finalizar, encontremos el sentido a éste nuevo caso policial sucedido en Vinci pero, a riesgo de estar equivocado, Pizzolatto ha pretendido rizar demasiado el rizo para sorprender al espectador y mantener la demanda sin contar con que más de uno, tal vez, no hayamos conseguido, aún, abandonar Carcosa.