Cine dentro del cine, falso documental, ficción..., todo ello es esta película de Guido Hendrikx, a ello juega intencionadamente, dividida en un prólogo, tres actos y un epílogo. La llegada de emigrantes y refugiados políticos a Europa, tras travesía por el Mediterráneo con origen en Libia, y su repercusión, es lo que trata el director holandés en su filme de una manera un tanto compleja o equívoca.

El argumento, tras un prólogo que habla, con imágenes de archivo, de la colonización de África por parte de Europa y su contestación de parte de la población africana tratando de conquistar un mejor nivel de vida, o simplemente la subsistencia, en tierras europeas, nos muestra las dos realidades de opinión mayoritarias dentro de la sociedad de nuestro continente (rechazo o aceptación) a la hora de tomar postura sobre la presencia de emigrantes indocumentados y refugiados políticos en el viejo continente; pero la verdad, por debajo de lo que dan a entender las imágenes en los dos primeros actos, es distinta de lo que parece, al fin y al cabo, lo que se nos terminará narrando será la selección y posterior entrevista, por parte de un funcionario holandés, a quienes buscan llegar a ese país o a cualquier otro europeo, con preferencia por la zona septentrional.

Se mezclan casos distintos, no es el mismo tratamiento el que se da a la emigración clandestina que a los refugiados, y eso queda claro, tanto como el que toda la acción transcurre en un centro de internamiento de extranjeros en el sur de Italia, donde africanos y asiáticos de Oriente Próximo y Medio han llegado desde Lampedusa. Tan claro como las pocas posibilidades que los migrantes tienen de quedarse legalmente en cualquier país de Europa.

Una película que hace reflexionar al espectador sobre la posición a tomar, o la que él ya tiene tomada previamente, para, al final, mostrarle cuál es la única realidad. No hay que darle más vueltas.