Cinco minutos tarda en entablarse el primer diálogo, y ocho en aparecer los títulos de crédito. La historia del apocado contable reconvertido a fugitivo y asesino implacable (Johnny Depp), podría estar despachada con media hora menos de cinta, ya que el director se pierde en un abanico de planos con un simbolismo vacuo. Presentuosa, burda, con personajes desaforados y vulgares, ni siquiera los efectos especiales funcionan para que parezcan creíbles unos disparos que suenan como perdigonazos.
Las guitarras de fondo, y la breve pero estelar aparición de Mitchum como el nefando industrial, el Sr.Dickinson, lo más destacable de la película.