El gran Charles Chaplin consiguió remover las conciencias y hacer llorar a muchos con sus deliciosas historias allá por los años 30. Benigni, inspirado por su maestro, realizó en el 1998 la que sería considerada la película italiana más importante de la década: una comedia vitalista positiva, con verdadero entusismo y ganas de vivir y una tremenda fuerza con un mensaje que para nada pasa desapercibido. Por otra parte, el guión asegura el entretenimiento y la diversión gracias a la abundancia de situaciones divertidas y a la vez muy emotivas, habiendo cierto desequilibrio entre la comedia y el drama en la segunda parte. El filme se encuentra establecido en dos partes: en la 1ª asistimos a la nueva vida de Guido y como se las ingenia para conquistar a la mujer de sus sueños. Este segmento es pura comedia con algo de romance y nos regala momentos bastante divertidos. En la 2ª se deja algo de lado la comedia para mostrarnos el horror nazi que viven los protagonistas y el drama cobra mayor importancia, finalizando en un final conmovedor y proclamador de lágrimas.

En lo referente a las interpretaciones, como de costumbre un caricaturesco Roberto Benigni demuestra lo buen actor cómico que es y aunque se exceda en algunos momentos, su actuación queda clavada en el recuerdo. Nicoletta Braschi (su esposa en la vida real) posee mucha química con él y le secunda de muy buena manera.

En resumen, un notable film con un gran mensaje de vitalidad y optimismo que demuesta la fuerza del amor y la capacidad de redención humana ante la maldad más diabólica.
Así obtenemos una gran película a la que el adjetivo de obra maestra le queda un poco grande pero que en todo momento se convierte en una obra indispensable e imprescindible del cine moderno.

·LO MEJOR: su mensaje de felicidad, vitalidad y amor. La emotividad que desprende el final.

·LO PEOR: (spoiler). Benigni se excede un poco en cuanto a sus dosis de humor grueso.