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Sines Crúpulos rating:
3
Musical. Romance. Comedy. Drama Sunshine on Leith is based on the sensational stage hit of the same name, featuring music by pop-folk band The Proclaimers. The film follows the stories of Davy and Ally, who have to re-learn how to live life in Edinburgh after coming home from serving in Afghanistan. Both struggle to learn to live a life outside the army and to deal with the everyday struggles of family, jobs and relationships.
Language of the review:
  • es
August 10, 2015
21 of 27 users found this review helpful
De aquí en adelante odio a Jane Horrocks principalmente por estos dos motivos:
(1) Se parece demasiado a Najwa Nimri (a la cual también odio por dos motivos esenciales: (1) No la aguanto. (2) Me cuesta mucho pronunciar su nombre)
(2) No pilla el tono de las melodías. Las notas no van así. Y las notas van como van porque tienen que ir como tienen que ir. Si el compositor puso un DO, no pongas tú un RE. Y no te adelantes, como Julio Iglesias, que vuelve loco a sus músicos; ¡respeta los tiempos!
Que la tiren al Támesis, sisplau.


Esta peli es análoga a “El otro lado de la cama”, es decir una serie de actorcillos que no saben cantar se dedican a destrozar canciones populares con la excusa de completar una comedia romántica.
Amor, música y humor. El cocktail optimista de la vida. Oh, alma de cántaro, qué felicidad.
En esta, por ejemplo, se pierde el inglés cerrado molón de los gemelos (¿Cómo pueden hacer desaparecer el “moa” de Letter from America? ¡Sacrilegio!), sus coros a dos voces tipo eres alta y delgada morena saladá y sus guitarrazos, poco virtuosos pero efetivos.
A cambio se cantan las mayoría de las canciones a semi capela (¿qué sentido tiene si el actor no tiene voz para lucirse?), la música se orquestiza (qué asco), se quita el ritmo y los arreglos de las canciones (algo sutil pero fulminante en muchas canciones) consisten en operacitronfar las canciones. Cuánto daño ha hecho Bustamante en el planeta Tierra. Es incalculable.


La diferencia musical, entre la británica y la española es significativa. En la nuestra se hace un batiburrillo sin criterio de las canciones más famosillas y simplonas.
Todas las canciones de la suya son de un mismo grupo, los grandiosos Proclaimers, cracks sin parangón.
El equivalente aquí habría sido hacer todas versiones de Duncan Dhu. No está mal, pero no alcanzaría.


Entonces en un musical, ¿no importa la música?
La respuesta parece ser: no.
¿Y qué importa pues?
Muy fácil: la coreografía.
Actualmente la coreografía lo es todo. En publicidad, en los cuarenta principales, en el teatro, en el hormiguero... Si hay coreografía, funciona. Esta epidemia empezó hace tiempo, en Gandía, el verano de 1994, con el Saturday night, tiriri na na na na na, be my baby...
Es una historia muy larga que abarca desde las pelis de Gene Kelly hasta Madonna, pasando por el Un, dos, tres, los anuncios de la once, Michael Jackson, Youtube y Bollywood, como máxima expresión. En cualquier caso escapa al alcance de este texto.
El tema es que la coreografía se ayuda mucho en la espectacularidad, y en eso los británicos no han destacado nunca, en la película se demuestra. Para eso los gringos son los grandes maestros, no cabe duda. Éstos, además, no necesitan versionear. Componen 15 canciones para la película sin problema. Y pueden poner de protagonistas a dos actores/cantantes, que los tienen a porrillo. Por eso las comedias musicales han de ser americanas. Como mucho, indias. Pero debería estar prohibido producir comedias musicales en Europa. Terminantemente. Salvo los Commitments, claro. Las demás, sobran.
Sines Crúpulos
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