En este breve diálogo que colocamos como título, se refleja bastante bien el espíritu de aquellos primeros soldados que lucharon por la independencia americana. Muchos de ellos acababan de dejar el arado para empuñar las viejas escopetas de carga delantera. También el espíritu de los cirujanos del Ejército que en condiciones penosas desarrollaban una meritoria actividad, aunque dejando alrededor el correspondiente rastro de extremidades o de cadáveres directamente.
El argumento de la película es un poco el de la nación que en esos mismos momentos, 1776, está naciendo en medio de luchas contra los ingleses que se han asociado a los indios. Es la historia de los EEUU como la de tantos y tantos colonos que, atraídos por un futuro mejor o por mero afán de aventura, dejaron la comodidad de la vida muelle del Este por dar nuevos horizontes a sus vidas. Volviendo a los asuntos sanitarios queremos destacar el ataque de histeria que sufre Lana (Colbert), que ha nacido en el seno de una acomodada familia de Albany, al contemplar en su casa a un indio amigo, situación que resuelve su joven esposo Gilbert (Fonda) por el expeditivo remedio de la bofetada.
Como en otras cintas de Ford encontramos en esta la vida cotidiana de sus personajes, en este caso los colonos con sus afanes, luchas, solidaridad, fracasos, costumbres, laboriosidad, etc. Tradiciones como esa especie de baile de las calabazas que recuerda el ahora famoso halloween en estas latitudes.
Algunas reseñas critican el patriotismo de Ford con su final entronizando en el fuerte la bandera de las barras y las estrellas. No creemos que deba ser motivo de crítica el gusto por conocer, difundir y amar la historia del propio país.