Podría esgrimir ochocientos argumentos para defender "800 balas", no ya como una gran película, sino como uno de los mejores trabajos de Álex de la Iglesia. Pero solo me hará falta uno. Al igual que Clint Eastwood solo necesitaría una bala para mataros en un duelo final de western. "800 balas" posee uno de los mejores finales de obra —digo 'uno de los mejores' porque aún hay cintas de Álex de la Iglesia que se me resisten, pero muy probablemente al finalizar este viaje por su filmografía pueda sustituirlo por un más acorde: 'el mejor'— dentro de la filmografía de un cineasta que venero, pero que no sabe componer finales de obra. El morrocotudo desenlace de este sexto largometraje del cineasta auna lo bizarro y lo realista con dos poderosas dosis de simbolismo y emociones encontradas. Todo ello canalizado, por supuesto, en la figura de un Sancho Gracia apoteósico.
Ya amé este osado marmitako western del realizador bilbaíno en su momento, cuando solo recibía odio e incomprensión de un público que claramente no estaba preparado para ella. Y revisionado tras revisionado lo venero más y más, al tiempo que veo como cada vez mucha y mucha más gente lo reivindica. Esta rotunda carta de amor al séptimo arte de parte de uno de los más grandes del cine español va encontrando poco a poco su hueco, cosa que me hace enormemente felíz.