Para poder hablar en condiciones sobre “El médico”, mi primer paso a seguir va a ser despertar del profundo sueño en el que me ha sumido la cinta. Una vez despejado y con las legañas quitadas, creo que ya estoy en facultades de analizar en profundidad el film.
“El médico” es una especie de péplum a la europea, muy en la línea de la no muy lejana, y también decepcionante, “Oro negro” (Jean-Jacques Annaud, 2011). Es evidente que los europeos, a la hora de copiar los géneros yankees por excelencia, no tenemos termino medio, o lo hacemos muy mal o muy bien. Desgraciadamente esta película del alemán Philipp Stölzl se aproxima más a lo primero. “El médico” es un film que no me ha resultado para nada interesante, ni en lo concerniente a lo que cuenta ni en la forma que escoge para contarlo. Todo lo que acontece en la historia lo puedes ver cinco minutos antes de que suceda, todo es previsible y evidente careciendo por completo de la más mínima sorpresa que te haga moverte mínimamente del sillón.
La cinta de Philipp Stölzl copia a las mil maravillas los vicios del péplum, y por contra se olvida de copiar las virtudes. “El médico” se hace horriblemente larga y aterradoramente pesada. La primera media hora, la que utiliza como ancla al personaje de Stellan Skarsgård, resulta bastante decente e incluso amena, y la media hora final también es pasable, pero todo lo que acontece entre esos dos puntos es un absoluto somnífero de noventa minutos. Y lo es porque, erróneamente, la película renuncia a los elementos que hacen grande al péplum, tales como: la emoción, la épica, la tensión, el drama impostado... Aquí todo eso brilla por su ausencia, y el resultado final es un péplum de atrezo.
En resumidas cuentas, “El médico” es una muy poco estimulante película que, por fortuna, no puedo considerar del todo una decepción ya que, en el fondo, ya me esperaba que fuese una decepción. Lo siento, Noah Gordon, pero esta película no me ha despertado ninguna gana de leerme el libro en que se basa, ¡tu libro!