Esta serie sirvió para el relanzamiento de Paz Padilla, antes de intervenir en la sitcom de Mis adorables vecinos. No eran tan sumamente mala como la nota que tiene, pues pese a lo surrealistas de algunos capítulos conseguía su objetivo que era divertir. No es comparable con la penosa Ana y los Siete. Y Padilla le daba una chispa que gustó a pequeños y padres. También es destacable el personaje de Darío Paso (Chemita) que es radicalmente distinto al que ha solido interpretar en otros trabajos. Un chaval bastante repipi, feo, conservador y chapado a la antigua que salía con una chica bastante guapetona (la bellísima Lidia San José). El resto de personajes dejaba bastante que desear, como un Gary Piquer que a mí no me ha hecho nada pero es que no soporto su forma de interpretar. O sencillamente que el de padre de familia que por la fuerza se tiene que reenamorar no era el más adecuado.

El cambio de Padilla a Díaz Aroca sumergió a la serie que fue perdiendo enteros cada vez más hasta que la audiencia definitivamente le dió la espalda. De esta forma se demostró que el gancho era de su actriz original, que con unos pases de manos y esa gracia andaluza convirtió durante un tiempo un producto cutre en una comedia de situación de éxito. Así que salió a relucir en esa nueva temporada lo que era: una cutrez. Y con ello el interés desapareció.

Entre los cameos de personajes famosos, es digno de destacar el de Alessandro Lequio, que se interpreta a sí mismo aunque en buena parte del capítulo con la mente de un niño. Le vino que ni pintado... Otras que recuerdo son del cantante Francisco y alguien que no podía faltar: Chiquito de la Alcazaba (de la Calzada).