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astimegoesby rating:
6
6.0
1,975
Drama. Romance
Successful TV producer Rainer has it all. He has reached the top by creating TV shows of the most stupid and vulgar kind. One day, mysterious young woman Pegah vengefully drives full speed into Rainer’s car. After this near-death experience, Rainer has a major change of heart and decides to produce a thought-provoking news show for his station’s prime-time line-up. Devastated by the show’s poor ratings, Rainer quits his job and embarks ... [+]
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- es
August 31, 2010
6 of 6 users found this review helpful
“Un juego de inteligencia” pretende denunciar la televisión basura y los medidores de audiencia que dan lugar al famoso share.
Es una película que debería llegar a las grandes masas, difundirse en todas las cadenas televisivas y proyectarse en todos los colegios mensualmente. Es más: no tiene que considerarse como una película, sino como un bien social, una medida de ayuda contra la imbecilidad general a la que últimamente parece abonada la televisión. Debería programarse cada viernes y sábado por la noche en sustitución de “Dónde estás corazón” o “Sálvame Deluxe”; el problema es que tan nobles son sus objetivos como limitado su guión, desorientado y por momentos tan banal como para acabar condenándose a sí mismo -al final, el gran objetivo del grupo de insurgentes acaba provocando involuntariamente pensamientos contrarios: ¿hasta qué punto se diferencia lo que hacen ellos de lo que hacen las cadenas contra las que compiten?- De modo que únicamente es recomendable por su potencial para hacernos soñar con un mundo mejor, por su espíritu combativo, su propósito aleccionador y condición de ensanchador de la cultura social.
Una lástima que con tanto que decir, al final se haya olvidado de lo más importante, y es que hasta que alguien diga lo contrario, esto sigue siendo cine, y quien quiera hacer cine deberá respetar alguna premisa básica como puede ser el cuidado de un guión consistente y consecuente. Y aquí, Weingartner no da la talla.
Es una película que debería llegar a las grandes masas, difundirse en todas las cadenas televisivas y proyectarse en todos los colegios mensualmente. Es más: no tiene que considerarse como una película, sino como un bien social, una medida de ayuda contra la imbecilidad general a la que últimamente parece abonada la televisión. Debería programarse cada viernes y sábado por la noche en sustitución de “Dónde estás corazón” o “Sálvame Deluxe”; el problema es que tan nobles son sus objetivos como limitado su guión, desorientado y por momentos tan banal como para acabar condenándose a sí mismo -al final, el gran objetivo del grupo de insurgentes acaba provocando involuntariamente pensamientos contrarios: ¿hasta qué punto se diferencia lo que hacen ellos de lo que hacen las cadenas contra las que compiten?- De modo que únicamente es recomendable por su potencial para hacernos soñar con un mundo mejor, por su espíritu combativo, su propósito aleccionador y condición de ensanchador de la cultura social.
Una lástima que con tanto que decir, al final se haya olvidado de lo más importante, y es que hasta que alguien diga lo contrario, esto sigue siendo cine, y quien quiera hacer cine deberá respetar alguna premisa básica como puede ser el cuidado de un guión consistente y consecuente. Y aquí, Weingartner no da la talla.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
'Fan' confeso de las teorías de la conspiración (igual que a uno de los personajes del filme) Weingartner empezó a cuestionar la veracidad de los índices de audiencia. "¿Y si hay una manipulación para entontecernos a propósito? ¿Por qué no he conocido jamás a nadie que tenga uno de estos aparatos negros para mediciones o, al menos, a alguien que conozca a una persona que lo tenga?".
La idea de la película se le ocurrió cuando Weingartner descubrió que "el espectador medio europeo pasa cuatro horas diarias viendo la televisión. Cuando leí esa cifra una mañana en el periódico, me costó creerlo. Hagamos un cálculo: ocho horas de sueño, ocho horas de trabajo, una hora para ir y otra para volver, una hora para comer, otra para la digestión y una hora más para la higiene personal. Eso nos deja cinco horas libres, lo cual quiere decir que el europeo medio ¡pasa el ochenta por ciento de su tiempo de ocio frente a un televisor! O, en otras palabras, que no emplea más que una hora al día para vivir. Volví a leer el informe. Decía exactamente eso: cuatro horas al día. De inmediato me vino a la cabeza la imagen de unos zombis pálidos sentados frente a unas pantallas azuladas de televisión, como accionados a control remoto y con sólo un vago parecido a los seres humanos. Pensé que se trataba de un informe anticuado: ahora disponemos de Internet, de nuevos medios de comunicación, seguro que la televisión es agua pasada. Pero estaba equivocado. El consumo de televisión crece de año en año".
"En Alemania, no hay aparatos medidores en los hogares de los extranjeros y el 20 por ciento de los alemanes que no pagan la tasa televisiva tampoco está incluido", ejemplifica, añadiendo que "si en un hogar hay más de un televisor, no se suele tener en cuenta ese segundo aparato, así que los niños y los adolescentes no figuran en las estadísticas". "Para mí es un absoluto enigma que la publicidad acepte eso sin una sola protesta", concluye.
La idea de la película se le ocurrió cuando Weingartner descubrió que "el espectador medio europeo pasa cuatro horas diarias viendo la televisión. Cuando leí esa cifra una mañana en el periódico, me costó creerlo. Hagamos un cálculo: ocho horas de sueño, ocho horas de trabajo, una hora para ir y otra para volver, una hora para comer, otra para la digestión y una hora más para la higiene personal. Eso nos deja cinco horas libres, lo cual quiere decir que el europeo medio ¡pasa el ochenta por ciento de su tiempo de ocio frente a un televisor! O, en otras palabras, que no emplea más que una hora al día para vivir. Volví a leer el informe. Decía exactamente eso: cuatro horas al día. De inmediato me vino a la cabeza la imagen de unos zombis pálidos sentados frente a unas pantallas azuladas de televisión, como accionados a control remoto y con sólo un vago parecido a los seres humanos. Pensé que se trataba de un informe anticuado: ahora disponemos de Internet, de nuevos medios de comunicación, seguro que la televisión es agua pasada. Pero estaba equivocado. El consumo de televisión crece de año en año".
"En Alemania, no hay aparatos medidores en los hogares de los extranjeros y el 20 por ciento de los alemanes que no pagan la tasa televisiva tampoco está incluido", ejemplifica, añadiendo que "si en un hogar hay más de un televisor, no se suele tener en cuenta ese segundo aparato, así que los niños y los adolescentes no figuran en las estadísticas". "Para mí es un absoluto enigma que la publicidad acepte eso sin una sola protesta", concluye.