Al final de la película un joven enamorado lee a Karina fragmentos de El retrato oval de Poe, traducidos por Baudelaire. Para quien no haya leído este relato, la historia versa sobre un pintor que, obsesionado por hacer un retrato fiel de su amada, llena de tanta vida y pasión el cuadro que la obra roba la vida de su enamorada nada más ser finalizada.

Este relato es desde luego clave y pionero para el vampirísmo artístico, y hubiera sido maravilloso oír el fragmento solamente por eso. Pero cuando me enteré de que la voz que lee el fragmento no corresponde al actor, sino a Godard, me resultó fascinante. Si es Godard leyendo el fragmento, la película salta de plano y empieza a hablar sobre ella misma. Si es Godard leyendo al primer plano de Karina, su Karina, estamos ante la más maravillosa declaración de amor a una persona sobre una pantalla, declaración que a su vez reconoce los peligros que conlleva para el artista intentar reflejar a la amada. Si es Godard, es Godard hablando de la película, de sus amores y de él mismo. Abriendo su corazón a través de citas eruditas

(y sí, es Godard).